Siempre me pregunté por las razones que podía tener Nayib Bukele para permanecer en el seno del FMLN, si proclamaba a gritos sus serias divergencias con la política gubernamental y las opciones sociales y societales de la dirección de su partido. Bukele suele equiparar al FMLN con ARENA. No estoy sugiriendo que no tenga razón, sino que eso no es nuevo, es anterior a su entrada al partido. Bukele ha afirmado que existe incompatibilidad de sus ideales con la ideología arenera, por una simple ecuación se concluye que sus ideales personales son incompatibles con los del FMLN. No obstante permaneció hasta su expulsión y creo que en el mundillo electorero este hecho lo ha beneficiado. La principal razón de su obstinada permanencia en las filas del FMLN se debe al imbroglio legal salvadoreño: primero si lo expulsan puede permanecer en el puesto; segundo si se iba no podía crear un nuevo partido pues iba a ser considerado tránsfuga, mientras que ahora perfectamente puede crear su propio movimiento. Es este punto el que fue meditado por sus consejeros.
Al mismo tiempo estuvo presente en los consejeros del Príncipe una precaución, los votos que agregó para su elección al puesto de alcalde capitalino no alcanzan para ser electo sin el aporte de los votantes firmes del FMLN. La crisis política que vive el país comporta una alta abstención y un aumento de la desconfianza del electorado por el mundillo electorero. O sea que esto no se arregla fácilmente con regalitos, sonrisas y calcetines verdes o celestes. Es cierto que cada vez más la imagen cuenta mucho más que las convicciones y los programas. Y la imagen se perfila con una presencia permanente en los media. Su propia actividad tuitera y facebookeana nutre las páginas de la prensa y las pantallas de la televisión.
Los métodos publicitarios recomiendan aplomo, seguridad, firmeza en el comportamiento del vendedor. En nuestro caso, el de Bukele, el vendedor y la mercancía son la misma persona. Por eso el egocentrismo y la prepotencia han suplantado las virtudes antes anotadas. Vivimos en un país subdesarrollado tercermundista, Nayib Bukele es un producto de nuestra sociedad. Y sus recursos intelectuales y éticos son los de nuestra sociedad. Es por eso que recurre a ejemplitos de baratillo, el velero que las olas y el viento abaten, reduciendo el destino personal y nacional a la voluntad divina, “que se haga su voluntad”, sí, muy bien, pero hasta ahora nadie ha visto a Dios meterse en los destinos de los países, luego nos da otro ejemplo, el del empeñoso pueblo japonés, es cierto que Japón quedó pobre y exhausto después de la Segunda Guerra Mundial y claro que los capitales nipones y estadunidenses le exigieron a los trabajadores mayores sacrificios. Creo que los salvadoreños no hemos necesitado el ejemplo japonés para trabajar duro y en lo que se presente. La visión de Nayib Bukele es la de un patrón y “el pecado salvadoreño” se reparte por igual entre todos, entre los oligarcas que sacan sus capitales del país, que se niegan a contribuir en el presupuesto de la nación a la altura de sus riquezas y los pobres que trabajan duro por un miserable salario. En su raciocinio de patrón la culpa es de todos por igual.
Hay otro punto en lo que concierne al Japón, la situación de la economía no era la de un país en desarrollo, sino la de una potencia mundial que acababa de perder la guerra, pero que tenía el bagaje material y humano para recuperarse. Llegaron además inversionistas de otros países, el nivel de las universidades japonesas incluso antes de la guerra eran superiores al bajo nivel de nuestras instituciones de enseñanza. No se puede construir empresas industriales sin ingenieros de alto nivel, sin una mano de obra cualificada y con capacidad de absorber nuevas tecnologías.
Es cierto que uno no se hace mundialmente famoso (su aspiración más íntima) siendo alcalde de una pinche capital centroamericana, para una “persona”, dijo poniendo cuidadosamente en su pecho la palma de su mano, tal vez para que no quedara duda que hablaba de sí mismo. Es incluso irrelevante para esa gloria vana incluso ser presidente de un pinche país como el nuestro. Sabe que no será premio Nobel, que tampoco va a llegar a ser un nuevo Messi o Ronaldo o sea no va adquirir fama mundial ocupando el puesto supremo de presidente: no obstante ese gran inconveniente, está dispuesto a condescender a gobernarnos por nuestro bien, pues le parece que su personita sí es relevante para todos nosotros.
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