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07 agosto 2017

Buscar un pensamiento eficaz

He dejado correr más de un año sin escribir algo en este espacio. Los temas no han faltado, pero sí las ganas de comentarlos, de abordarlos. La situación en El Salvador se agrava y los que están en el poder fingen un optimismo ilimitado. Por otro lado, los mismos que se dan cuenta de lo desastroso de la situación acusan al partido opositor de bloquear las soluciones en la Asamblea y cada fallo de la Sala de lo Constitucional es interpretado como una agresión o peor como una tentativa de golpe de Estado. Han entrado incluso en pleito con la embajadora de los Estados Unidos en el país. Es cierto que la embajadora se mete en asuntos internos del país, pero no es la primera en hacerlo, ni la primera vez, pero en esta ocasión el asunto de la injerencia es un decreto-ley que ha recibido la reprobación mayoritaria en el país: la ley sobre la “extinción de dominio”. El mismo alcalde de San Salvador, Nayib Bukele, exhortó al presidente Sánchez Cerén a vetar esa ley. Pidiéndole que obrara con valentía. El presidente hizo caso omiso de todas la protestas y de la exhortación del popular alcalde. Esto merece tal vez comentario, pero asuntos como este se repiten cada semana y no es que mi indignación se haya agotado, al contrario aumenta. No obstante creo que ya ha quedado al desnudo ante buena parte de la población el obcecado ofuscamiento de los actuales gobernantes. Nada, ni nadie puede desviarlo de su línea de conducta: dejar a la oligarquía que siga dominando a la sociedad, enriqueciéndose a sus anchas, mientras ellos se aprovechan del maná estatal. El famoso “bien vivir” se ha vuelto en la “buena vida” de los antiguos guerrilleros y de su cherada.

La situación política es un panorama sin horizonte, sin que tengamos actualmente una posible alternativa que ofrecerle a los ciudadanos. El sistema electoral nos obliga a ir a elecciones repetidas y muy cercanas. Durante mucho tiempo el pueblo sufrió la ausencia de reales elecciones, los fraudes y los trucos se acompañaban con cíclicos golpes de Estado, fue una aspiración profunda tener elecciones limpias y libres. Al parecer hemos obtenido satisfacción, tal vez nuestras elecciones no sean totalmente intachables, pero no creo que exista realmente algún país en el mundo que pueda erigirse en ejemplo. Las millonarias y carnavalescas campañas que le imponen a los estadounidenses y europeos, con una confiscación de la toma de palabra en los grandes medios de comunicación, que cada vez más afinan sus argucias y muestran su poderío de condicionamiento de la opinión mayoritaria, son la muestra que la democracia representativa, no es ni democracia, ni representativa.

En nuestro caso, tener lo que tenemos, ha sido en cierto sentido un adelanto. El fraude si acaso sigue existiendo no es significativo, los partidos no son perseguidos, ni sus militantes. Pero las campañas electorales no tienen ninguna altura, no hay programas que se discutan con la población, ningún partido ofrece alguna alternativa, un vigoroso plan para salir del endeudamiento, que se parece mucho al barril de las Danaides.

ARENA no es la alternativa, ya estuvieron gobernando durante veinte largos años, sin que ofrecieran el inicio de solución a los problemas nacionales, incluso sus gobiernos se caracterizaron por cierto autoritarismo y actos represivos. Cada vez es mayor el número de la gente que no quiere el retorno del partido de extrema derecha al poder. La paradoja es que también aumenta el número de los que no quieren que el FMLN siga gobernando.

Nos encontramos pues ante un vacío político, no existe un partido que pueda encarnar hoy por hoy las aspiraciones populares. No existe y no se ve a corto, ni a mediano plazo la posibilidad de que surja. Esto significa que por el momento la tarea no es llamar a votar, tomar partido por uno o por el otro, pues el resultado, el que sea, será la agravación de lo que venimos padeciendo.

Existen por el momento varios partidos “en formación”, pero su actividad real es casi confidencial, con poca o ninguna incidencia en el quehacer político y social. Hay también un sinfín de organizaciones no gubernamentales que han fraccionado al extremo los movimientos sociales que antes existieron. Este desperdigamiento de la acción le resta fuerza a la movilización o más bien la esteriliza. No es por gusto que muchos de los fondos que financian las ONG provengan de oficinas afiliadas o aliadas a la Agencia de Inteligencia de los Estados Unidos.

Se terminó la “guerra de liberación nacional”, guerra que no se prolongó hasta la victoria, que vino a desembocar en una negociación y un acuerdo en el que fueron olvidadas las razones que le dieron origen. Hemos entrado a otro período de la historia nacional con los mismos problemas sociales, económicos y culturales que se tenían antes de iniciar la lucha armada. Ahora ya no se puede plantear de nuevo y de manera inmediata una lucha similar, por razones que no vale la pena enumerar. La prolongación de la violencia en el país, aunque la actual sea delincuencial marca desastrosamente la vida de los salvadoreños. Los gobiernos que se han sucedido en el poder no han encontrado realmente nada que no sea la violencia para parar la violencia. Y los resultados son el aumento de los crímenes y la agravación de la actividad de las maras. Estas se han vuelto en algunas regiones las gestionarias de la vida civil, imponiendo toques de queda, peajes, multas, extorsiones e incluso la huida del territorio de familias enteras. No hay un plan de prevención, nuestro país que ha sufrido desde casi un siglo (desde 1929) violentas dictaduras, ha incorporado como modo de vida el ejercicio y la ideología de la violencia. Muchos son los que exigen la pena de muerte, otros la ponen en práctica con los escuadrones de exterminio o con leyes y discursos que despenalizan a las fuerzas armadas de cualquier atropello contra los ciudadanos bajo el pretexto de luchar contra las maras. Nos encontramos sumergidos en esa espiral. Es el problema primero y de mayor preocupación de los salvadoreños. El resto de problemas han pasado a segundo plano. Esta circunstancia es propicia para los gobiernos. El descontento social se va hacia un fenómeno criminal al que los gobiernos fingen darle tratamiento. Y como gozamos de una cultura de la violencia, la mayoría de salvadoreños se conforma con pedir mayor represión aunque ha quedado patente que no es ninguna solución. Las maras se han convertido incluso en una fuerza con la que los partidos tienen que negociar.

Lo repito, tenemos un panorama político sin horizontes de futuro. La sordera de los gobernantes ante las críticas que se emiten ha logrado cierto desgaste de la voluntad ciudadana. En algunos sectores ha surgido un nihilismo, un profundo pesimismo que ha empezado a sucumbir en una ciega apatía, asumiendo que nada se puede emprender. La sociedad futura en la que se pensó, por la que se luchó y se ensangrentó al país nos repiten que simplemente fue un sueño, una utopía. Los gobernantes actuales con su partido y militantes repiten que las circunstancias han cambiado y que aquel sueño y aquella utopía se han vuelto aún más inaccesibles. La consigna es dejar de soñar, abandonar las utopías, ahora nos exigen que aceptemos sin más la real pesadilla en la que vivimos.

Pero lo que se planteó al inicio de la guerra no era un sueño, ni una utopía, sino que cambios radicales en nuestra sociedad, cambios profundos que permitieran mejorar la vida de todos, mejores viviendas, mejores servicios, mejor educación para nuestros cipotes, un desarrollo cultural, un despegue económico que nos permitiera avanzar hacia otra sociedad. Es eso lo que estaba planteado hace cuarenta años, antes incluso. Y es lo que en realidad está planteado hoy.

En estos momentos nos hace falta el instrumento político que pueda volver a movilizar las fuerzas populares hacia esos objetivos. Ahora ya no se trata de volver a empuñar las armas, se trata de persuadir a nuestros compatriotas que debemos luchar políticamente para devolverle al país un horizonte de futuro. Pero se trata de salir de la politiquería actual, del sucio manoseo de la cosa pública, de luchar sin entrar en componendas con los adversarios, con los enemigos del progreso del país. Crear el instrumento no es fácil, hay que producir nuevas ideas, nuevos comportamientos, nuevos ideales. Tenemos que salir de esa falsa alternativa, ARENA o FMLN, ambos partidos están al servicio de la oligarquía y buscan gozar del dinero del Estado. Las crónicas de los diarios y televisiones están repletas de noticias sobre la corrupción pestilente.

La nueva acción política tiene que desplegarse al interior de la población, buscar en la sociedad las soluciones inmediatas, crear los comités de barrio que puedan servir de trampolines para la actividad social de prevención y de solidaridad ciudadana. En estos momentos no podemos pretender a acciones de grandes tamaños, pero fundar y animar clubes de discusión, de diversiones sanas en los barrios, la creación de círculos de lectura, etc. Pero también círculos de reflexión y de proposición política. Es imprescindible desechar la esperanza en un hombre providencial, de un líder que venga a pensar y a resolver nuestros problemas. Esa es una falsa esperanza, eso no resuelve nada, sino que posterga las soluciones. Nuestros problemas son comunes, es entre todos que vamos a encontrar las soluciones, los modos de organizarnos, el pensamiento eficaz que alumbre nuestra realidad.

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