Entre las personas que celebran el fallo de la Sala de lo Constitucional
sobre el caso de “Beatriz” se encuentran algunas cuya agresividad nos obliga a
dudar de su fe religiosa. Pero como yo no soy teólogo, ni practicante, me voy a
abstener de emitir un juicio de naturaleza religiosa. Pero lo que sí puedo afirmar
que la base moral en la que suponen estar afianzadas es muy frágil, pues
afirman que defienden la vida y no se dan cuenta que la vida en sí, es una
abstracción, que solamente existen seres vivientes. Pero podemos conceder que
se trata de una abstracción útil y correcta y que en el caso de los seres
humanos, lo que defienden es que todos puedan seguir viviendo.
Pero en el caso de “Beatriz” el ser que ella lleva en su seno se
desarrolla sin cerebro y no tiene posibilidades de sobrevivir si llegara viva
esta muchacha hasta el parto, puesto que el peligro concreto del diagnóstico de
los ginecólogos que la atienden, por su propia enfermedad (lupus), corre peligro
de muerte.
El sofisma usado por la Sala de lo Constitucional es hasta cierto punto
criminal, me explico: por un lado omiten referirse a la enfermedad mortal que
padece “Beatriz” y hablan que el diagnóstico es una previsión hipotética, que
no se refiere a un peligro actual. Un peligro de muerte actual es la muerte
misma. Pero los magistrados se han dejado llevar por una concepción de la
persona humana y de su valor que no tiene nada que ver con la realidad, sino
que con una posición dogmática del Episcopado salvadoreño y de la reacción
política nacional. Ellos en su fallo equiparan una persona humana adulta y un
embrión y dicen que no pueden priorizar entre una y el otro. Fríamente nos
aseguran que un feto tiene el mismo valor moral que una persona humana. Es
cierto que los diputados areneros forzados por su partido, por la Iglesia, por
la reacción nacional, cambiaron la Constitución y se fueron más allá de la
propia doctrina de la Iglesia romana, que aún no ha establecido si hay o no “animación”
(infusión del alma) desde el momento mismo de la concepción.
El teólogo Xavier Thévenot escribe en una artículo en “Projet” (número de septiembre/octubre de 1985): “¿Acaso no
es teológicamente inquietante saber que más de la mitad de embriones fecundados
en el vientre materno son expulsados espontáneamente sin que la madre misma se dé
cuenta?”. Por otro lado se cuestiona ¿qué ser humano es este que no tiene
ninguna actividad de consciencia o cómo considerar el embrión por una persona considerando que
hasta el decimocuarto día se puede escindir
en dos gemelos? Concluye entonces: “He aquí interrogantes a los cuales
los partidarios de la tesis de la animación inmediata, en mi conocimiento, no han respondido jamás”.
Nos encontramos ante un caso en el que se ha trasgredido el principio de
laicidad de nuestro Estado, en el que se separa la religión y el Estado, esto
implica también los dogmas que puedan sustentar nuestros obispos que se
adelantan o van más lejos que la doctrina oficial de la Iglesia. Estamos ante
un hecho biológico, ante un ser biológico que encierra la potencialidad de
devenir un ser humano. Pero considerarlo desde su concepción una persona y una
persona que tiene el mismo derecho que una persona mayor, su madre, y que la
supervivencia de la una valga igual que el hipotético éxito del parto de altos
riesgos del embrión enfermo.
Este organismo viviente no es, como tal vez lo pretendan algunos, un
conjunto de células en desarrollo. El hecho de que es potencialmente un ser
humano le impone a la sociedad su preservación y permitir su desarrollo en las
mejores condiciones. ¿Es el caso en nuestro país? ¿Cuántos abortos espontáneos
existen en el país por ausencia de atención médica? ¿Cuántos abortos prematuros
hay en el país por las condiciones de vida de las mujeres embarazadas?
Todas esas personas que incitan a “Beatriz” a ir hasta el parto y que se
indignan contra las personas que la apoyan en su pedido, no creo que luchen con
tanto ardor por la protección de todos los embriones en peligro de abortos
espontáneos. Hay algunos que consideran que “Beatriz” tuvo que protegerse y que
ahora debe de ir al término de su embarazo. Todas estas personas consideran el
parto como el justo castigo por no
haberse “protegido”. ¿Es posible en El Salvador protegerse fácilmente,
existe una asistencia en este sentido para toda la población femenina?
El fallo de la Sala de lo Constitucional muestra claramente que nuestra
sociedad entre la famosa disyuntiva de “barbarie o civilización” ha optado por
la barbarie.
Comparto su análisis. En El Salvador sufrimos las trágicas consecuencias de un Estado que legisla y elabora políticas dejándose chantajear por las jerarquías religiosas, que imponen a toda la sociedad sus creencias religiosas y normas morales. La actual legislación sobre aborto, basada en la concepción de la existencia de la persona humana desde la concepción, carece de una base científica solida y genera multitud de problemas para que las mujeres, personal de salud y jueces puedan abordar las diversas circunstancias en las que una mujer debe de interrumpir su gestación por problemas de salud o éticos. Toda persona tiene derecho a actuar según sus creencias religiosas, pero no tiene derecho a pretender que el Estado obligue a toda la ciudadanía a actuar según estas creencias particulares. Es urgente recuperar el carácter laico de el Estado en El Salvador.
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