El estado visto como un instrumento de transformación social que ha merecido y ha suscitado discusiones y aplicaciones es lo que se ha conocido como "dictadura del proletariado". El término que no fue un logro, pues la palabra dictadura era la que se sentía como primera y fundamental e iba en contraposición a la dictadura de la burguesía. Pero esta última no se percibía, ni se percibe aún ahora como una dictadura.
Pero los que convierten el problema del Estado como central, cambiando su contenido, es decir llevándolo a ser el organismo de dominación de las clases trabajadoras sobre las clases explotadoras, hasta hoy no han logrado llegar realmente a la construcción de otro tipo de sociedad. Pero incluso es necesario saber que tanto el Estado nuevo, como dictadura del proletariado, no fue considerado por los teóricos como algo estático, como algo permanente. Tanto el estadio socialista de la sociedad, como la dictadura del proletariado, eran considerados como pasajeros, como transitorios hacia el comunismo.
La experiencia del « socialismo real » que en realidad se fue convirtiendo en capitalismo de Estado nos obliga a profundizar y revisar los planteamientos que dieron base a estas experiencias y observar detenidamente lo ocurrido en esos procesos. Esto es una urgencia. Incluso y aunque ahora esto nos aparezca como un simple entretenimiento teórico. Pero las consecuencias prácticas son enormes.
No solamente se trata de las consecuencias prácticas futuras, sino que las consecuencias son también pasadas y como sabemos han sido trágicas para las clases trabajadores y para sus luchas de liberación. Por consiguiente un planteamiento que persiste es seguir considerando al Estado nuevo (insisto en esta cualidad) como algo que está sobre la sociedad, como algo externo, como lo que determina. No obstante ese es un error, porque si aún ahora esta ilusión ideológica nos aparece como una realidad contundente, basta ver los fundamentos de la sociedad y su funcionamiento, para percatarnos que el Estado no es una excrecencia externa a la sociedad, sino que es la sociedad la que determina al Estado. Pues en el Estado y en sus instituciones se refleja, se plasma la dominación, las relaciones existentes en la sociedad, se trata de las relaciones de dominación de la burguesía sobre el resto de las clases sociales. Esta dominación no es sólo económica, sino que social y cultural. El Estado tiene como función mantener esta dominación, lo puede hacer con las modalidades “democráticas”, pero si es necesario recurrir a la fuerza, esta existe y está siempre lista a intervenir. Esto sucede incluso en los países cuyo funcionamiento se nos presenta como ejemplar desde el punto de vista democrático.
Entonces los que pretenden transformar la sociedad no pueden ver al Estado actual como su instrumento para transformar la sociedad, pues sus estructuras están hechas para mantener la dominación de la burguesía. Es por ello que los revolucionarios desde siempre han hablado de la destrucción del Estado burgués y la instauración de un nuevo Estado: la dictadura del proletariado.
Pero ya lo he dicho arriba, esto tuvo el inconveniente que todos conocemos, no fue el proletariado el que impuso su dictadura, sino que fue el grupo dirigente del Partido el que asumió el poder e impuso su dictadura. La esquematización de la teoría marxista llevó a transformar lo planteado por Marx en su Crítica al Programa de Gotha y otros textos sobre la situación que se dio en Francia, en sus luchas revolucionarias y de la Comuna de París.
En todo caso, el carácter transitorio del socialismo se transformó en una etapa más o menos permanente (por lo menos pensada como tal) y el Estado (la dictadura del proletariado) también como algo permanente y sin posible evolución. Y se le dio el mismo rol de determinar a la sociedad y se convirtió en el organismo que perenniza la dominación sobre la sociedad por la burocracia del partido y de los órganos del poder (los organismos de la represión social y política).
Pero hay un punto en el pensamiento de Marx, que casi nunca se menciona, que el estado debe extinguirse, que su poder debe diluirse en la sociedad, la administración de los hombres por parte del Estado debe desaparecer y tal vez mantener sólo la administración de las cosas. Lo que le restaría precisamente su papel de órgano de preservación de la dominación de un grupo sobre la sociedad entera.
Pero lo que es de mayor importancia, es tener siempre presente que el carácter del Estado no se determina en abstracto, sino que es el resultado de las relaciones al interior de la sociedad. Por consiguiente que para los revolucionarios el principal objetivo es superar las relaciones de dominación actualmente existentes en la sociedad burguesa. La dominación burguesa es toda una serie de alienaciones, las que resultan de las relaciones de producción capitalistas y que adquieren todo tipo de formas sociales y culturales.
Es decir, se trata de emprender un proceso de desalienación socioeconómico y cultural profundo y activo. Esto implica nuevas prácticas sociales. Aquí hemos incluso hablado de una de ellas es la reapropiación por las personas de la cosa política, empezando por la construcción de un nuevo partido, en que no se refleje el estado actual de la sociedad, en la que obligatoriamente tienen que haber dirigentes, encaramados, encastrados en el poder partidario. Se trata pues de un nuevo partido que haga desaparecer las relaciones jerárquicas en la definición de las políticas y posiciones del partido. Se trata no solamente de la dominación de una cúpula, sino que también de darle a todos la posibilidad de participar realmente en el pensamiento del partido, en las deliberaciones y decisiones partidarias. Esto es nuevo, no ha existido realmente hasta ahora, es necesario primero pensarlo profundamente y en detalle y luego proyectarnos en su funcionamiento. Esto implica una innovación radical, en primer lugar porque esto no puede venir de un grupo exclusivo de personas, sino que se debe construir con la gente, con su participación real y efectiva.
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