En una plática con Rosarios Castellanos, la escritora mexicana, que tuvimos en el campus universitario de Jerusalén, abordamos un tema que me ha perseguido siempre y que ella supo ponerle sal señalando que, “no se ha fijado, que nosotros, los que nos llamamos mestizos, andamos buscando establecer nuestro árbol genealógico. Y de seguro se ha dado cuenta que siempre nos vamos por una sola rama del árbol... la que nos lleva a España y que la otra, la que nos lleva al indio, siempre la olvidamos”.
Insistentemente me ha intrigado como ha sido que nosotros los salvadoreños nos hemos tragado el cuento de que cerca de 90% de la población es mestiza y que el mestizaje fue muy temprano durante la colonia y que se produjo de la manera más radical. ¿Cuáles fueron las circunstancias que produjeron nuestra particularidad? ¿Por qué no sucedió así en los otros países, en Guatemala, en México, en Perú, en Bolivia, etc.? Lo extraño es que eso lo hemos aceptado como se acepta un dogma religioso, sin cuestionarlo en lo más mínimo.
Pero paremos mientes en un hecho. La población española fue muy escasa en nuestro país durante la colonia. Nunca llegó a ser ni siquiera un diez por ciento. Los que se instalaron como colonizadores, vinieron muchos ya con sus mujeres, algunos tal vez tomaron como esposa a alguna nativa india, pero eso no basta para transformar étnicamente la composición de la población en su totalidad. Y se nos asegura que el mestizaje se dio desde temprano.
Cabe hacer una hipótesis absurda, las mujeres indias, desde la llegada de los españoles, ya no entraron en relaciones carnales con indios, tal vez algunas que no estaban enteradas que las otras indias hacían cola para ser fecundadas por el encomendador. Es también de suponer que los españoles tenían una capacidad sexual de conejo y se pasaban las veinticuatro horas del día fecundando indias para llegar en poco tiempo a mestizar a toda la población. Digo esto pues ahora se nos dice que en nuestro país hay apenas cinco, o tal vez tres porciento de indios.
Creo que en esta aceptación de nuestro mestizaje total se manifiesta un racismo atroz que nos fue inculcado durante la colonia y que interiorizamos sin darnos cuenta. Pero lo que habría que averiguar es ¿qué es lo que ha sucedido en nuestra historia? ¿Qué miedo inconcebible tuvieron nuestros antepasados para rechazar categóricamente su origen, dejar de hablar su lengua, de vestir su ropa, de ocultar sus costumbres? Nosotros hemos recibido en herencia cultural una mentira, hemos recibido en herencia la vergüenza de ser lo que somos. Hemos heredado el menosprecio por lo nuestro, por lo más íntimamente nuestro, nuestra indianidad.
Realmente me parece urgente la tarea de reconquistar nuestra identidad. Sobre todo que no podemos dejarnos imponer desde afuera enclaves artificiales de indios o indígenas. El nombre aquí poco importa. Le temo a la folklorización de ciertas poblaciones, de recluirlas en un estatuto de especímenes a conservar y a proteger. Pero cómo se va a establecer quién merece el título de indio, pues las futuras comisiones que pronto vendrán enviadas por las Naciones Unidas, van a exigir esos criterios, pues se trata de entregales derechos de identidad.
No se trata que esté negando la existencia de mestizos y blancos en el país, pero los indios no son tan pocos como se pretende. Basta recorrer el país, poner atención en las fisionomías, en el color de la piel de muchos salvadoreños, para darse cuenta lo que son.
Pero vuelvo a los mismos cuestionamientos ¿qué pasó en nuestra historia colonial que nuestros antepasados prefirieron negar su origen, dejar de hablar su lengua? Las masacres de los seguidores del indio Aquino no explican ese pasado, las matanzas del 32 tampoco son suficientes para afirmar que fue entonces que se exterminaron a los indios.
Hay un traumatismo mayor en nuestra historia, algo que nos ha marcado profundamente, algo que aún no nos atrevemos a señalar, ni a reconocer.
Las palabras de Rosarios Castellanos que cité anteriormente, son palpablemente mostradoras de nuestro desprecio por lo indio. Cuando nosotros los salvadoreños declaramos que somos mestizos, nos referimos más a la clara sangre del colonizador que corre en nuestras arterias. La sangre india que corre en nuestras venas preferimos ignorarla, no darle importancia, es como un accidente, algo que hay que aceptar porque no nos queda otra.
En nuestro lenguaje ¿acaso no se manifiesta ese desprecio por el indio? Y no obstante es en nuestro lenguaje donde se manifiesta la permanencia india en nuestra tierra. Abundan palabras del nahuatl en nuestro español y que usamos a diario. Nuestra cocina, nuestros gestos, nuestros miedos también tienen ese origen, también nuestra tristeza.
Insistentemente me ha intrigado como ha sido que nosotros los salvadoreños nos hemos tragado el cuento de que cerca de 90% de la población es mestiza y que el mestizaje fue muy temprano durante la colonia y que se produjo de la manera más radical. ¿Cuáles fueron las circunstancias que produjeron nuestra particularidad? ¿Por qué no sucedió así en los otros países, en Guatemala, en México, en Perú, en Bolivia, etc.? Lo extraño es que eso lo hemos aceptado como se acepta un dogma religioso, sin cuestionarlo en lo más mínimo.
Pero paremos mientes en un hecho. La población española fue muy escasa en nuestro país durante la colonia. Nunca llegó a ser ni siquiera un diez por ciento. Los que se instalaron como colonizadores, vinieron muchos ya con sus mujeres, algunos tal vez tomaron como esposa a alguna nativa india, pero eso no basta para transformar étnicamente la composición de la población en su totalidad. Y se nos asegura que el mestizaje se dio desde temprano.
Cabe hacer una hipótesis absurda, las mujeres indias, desde la llegada de los españoles, ya no entraron en relaciones carnales con indios, tal vez algunas que no estaban enteradas que las otras indias hacían cola para ser fecundadas por el encomendador. Es también de suponer que los españoles tenían una capacidad sexual de conejo y se pasaban las veinticuatro horas del día fecundando indias para llegar en poco tiempo a mestizar a toda la población. Digo esto pues ahora se nos dice que en nuestro país hay apenas cinco, o tal vez tres porciento de indios.
Creo que en esta aceptación de nuestro mestizaje total se manifiesta un racismo atroz que nos fue inculcado durante la colonia y que interiorizamos sin darnos cuenta. Pero lo que habría que averiguar es ¿qué es lo que ha sucedido en nuestra historia? ¿Qué miedo inconcebible tuvieron nuestros antepasados para rechazar categóricamente su origen, dejar de hablar su lengua, de vestir su ropa, de ocultar sus costumbres? Nosotros hemos recibido en herencia cultural una mentira, hemos recibido en herencia la vergüenza de ser lo que somos. Hemos heredado el menosprecio por lo nuestro, por lo más íntimamente nuestro, nuestra indianidad.
Realmente me parece urgente la tarea de reconquistar nuestra identidad. Sobre todo que no podemos dejarnos imponer desde afuera enclaves artificiales de indios o indígenas. El nombre aquí poco importa. Le temo a la folklorización de ciertas poblaciones, de recluirlas en un estatuto de especímenes a conservar y a proteger. Pero cómo se va a establecer quién merece el título de indio, pues las futuras comisiones que pronto vendrán enviadas por las Naciones Unidas, van a exigir esos criterios, pues se trata de entregales derechos de identidad.
No se trata que esté negando la existencia de mestizos y blancos en el país, pero los indios no son tan pocos como se pretende. Basta recorrer el país, poner atención en las fisionomías, en el color de la piel de muchos salvadoreños, para darse cuenta lo que son.
Pero vuelvo a los mismos cuestionamientos ¿qué pasó en nuestra historia colonial que nuestros antepasados prefirieron negar su origen, dejar de hablar su lengua? Las masacres de los seguidores del indio Aquino no explican ese pasado, las matanzas del 32 tampoco son suficientes para afirmar que fue entonces que se exterminaron a los indios.
Hay un traumatismo mayor en nuestra historia, algo que nos ha marcado profundamente, algo que aún no nos atrevemos a señalar, ni a reconocer.
Las palabras de Rosarios Castellanos que cité anteriormente, son palpablemente mostradoras de nuestro desprecio por lo indio. Cuando nosotros los salvadoreños declaramos que somos mestizos, nos referimos más a la clara sangre del colonizador que corre en nuestras arterias. La sangre india que corre en nuestras venas preferimos ignorarla, no darle importancia, es como un accidente, algo que hay que aceptar porque no nos queda otra.
En nuestro lenguaje ¿acaso no se manifiesta ese desprecio por el indio? Y no obstante es en nuestro lenguaje donde se manifiesta la permanencia india en nuestra tierra. Abundan palabras del nahuatl en nuestro español y que usamos a diario. Nuestra cocina, nuestros gestos, nuestros miedos también tienen ese origen, también nuestra tristeza.
lo que están construyendo en Bolivia, en Ecuador, en Méjico, valdrá también en El Salvador;
ResponderEliminarrecuperar identitad y tierras - poder y perspectivas para todos los hijos de nativos o de imigrantes de lejano tiempo o más nuevo-
digame unas palabras en nahuatl...
Liliane, pues voy a empezar por decirte palabras como “achís”, “pacho”, “apachar”, “tecomate”, “petate”, “guate”. Todas estas palabras son de origen nahua. Podría alargar la lista. Salta a la vista que se trata de palabras muy usuales en El Salvador de hoy.
ResponderEliminarPara mí existe una sola nación salvadoreña, está compuesta por todos los que nos reconocemos como tales, sin distinguir en ningún momento orígenes étnicos. Creo que esta apertura nos ha distinguido y debemos conservarla.
Por lo que abogo es la necesidad de reconocer la constante y mayoritaria presencia indígena en la población salvadoreña y por el reconocimiento de su alta participación en la formación de nuestra nación y en nuestra cultura nacional. Me opongo a los que se quieren adjudicar el derecho de decidir que en este cantón viven indios y en el de al ladito son mestizos. Y esto sin ningún criterio válido. En nuestras ciudades viven muchos indígenas. La herencia colonial del menosprecio hacia lo indio (indígena) los obligó a considerarse “mestizos”, valorando únicamente su supuesto “lado español” e ignorando hasta el desprecio su lado “indígena”.
Una amiga mia, relataba ser descendiente directa de un indigenario que murío en la masacre del 32. Decía ella que por el temor a ser perseguidos, sus parientes habian huido de la zona y se habían cambiado de nombres. De todos modos se comprende la idea de nuestra negación propiamente étnica, que aunque no tengamos la lengua o en algún momento prefirieramos escoger identificarnos con los conquistadores, es posiblemente una herencia vieja. Debe talvez observarse la población que existia antes de la conquista, los pocos asentamientos que podrían indicarnos esto. A pesar de eso, los rostros de los salvadoreños se identifican con el pasado, y todas las etapas que surgieron posteriormente, asi como la diaspora que llego de otros paises para crear mas variantes étnicos en la población. Todavia nuestra historia no ha sido escrita correctamente, será una labor titanica revelar todo esto para lograr que la identidad indigenaria pueda resurgir y darle el respeto que se merece.
ResponderEliminarPara el nuevo lector:
ResponderEliminarGracias por visitarme. Sí, se trata de revalorar, mejor dicho de valorar lo indígena, no como una cosa muerta y antigua: las ruinas arquitectónicas y un pasado casi legendario (falseado por la ausencia de datos seguros), sino que como algo presente y vivo. Presente en nuestro lenguaje, presente en nuestra cocina, prensente en otro tipo de tradiciones.
Reconstruir nuestra identidad es una tarea ardua, pero hay que saber que también puede resultarnos dolorosa. Porque deberemos admitir que el conquistador es también un vencedor.
Pero nuestra victoria la obtendremos cuando nos desprendamos de los complejos racistas hacia nosotros mismos.
Carlos, un post reflexivo y muy importante, y tienes razon, la mayor parte de nosotros anda buscando informacion de origenes de apellidos para soñar con antepasados "ilustres". La triste realidad puede ser otra, que ilustre antepasado europeo que dono los genes fuera un tipo de la peor calaña y llegado a tierra cuzcatleca se puso a preñar a lindas pipiles y henos aqui ahora, sin saber de nuestro verdadero nombre.
ResponderEliminarO pudo haber sido al reves, una prostituta europea llego a estas tierras y de una forma u otra termino hospedando la semilla de nuestros pipiles y henos aqui.
Realmente quisiera saber de mi tribu, que hacian, como lo hacian, lo que conocian de la naturaleza y como vivian, cual era el nombre de mi familia, que tradiciones orales se perdieron, en fin.
Te dejo el link a un blog que espero te guste.
http://quezaltepeque.blogspot.com/
Viajero, te agradezco tu visita. Bueno, no se trata tanto de quienes fueron nuestros antepasados españoles. Tal vez fueron gente honesta. Lo que planteo es que tal vez muchos, quizá la mayoría de nosotros no tenga parientes peninsulares. El problema de nuestros apellidos es que nos fueron adjudicados por la Iglesia, a la hora del bautismo. Son muy pocos a los que les dieron un apellido derivado de una palabra indigena. A la mayoría les pusieron nombres y apellidos españoles. Esto desde los primeros años de la colonización y de la conversión al catolicismo.
ResponderEliminarLo que hay que rescatar es nuestra cultura y valorarla.
Te agradezco, Viajero, también haberme dejado el enlace del blog. Lo visitaré con más tiempo en otro momento.
ResponderEliminarCarlos, completamente de acuerdo, el tema me emociono y me fui al extremo pensando en aquellos que quiza si tienen antepasados peninsulares.
ResponderEliminarSi me permites el espacio, quisiera contarte una anectoda relacionada al tema de tu post: hace algun tiempo, unos 10 años quiza, tuve oportunidad de estudiar un corto periodo en Estados Unidos. Vivi con una familia saldoreña, padres inmigrantes con hijos nacidos, criados y educados alla.
Fisicamente hablando, ni yo ni ellos podiamos esconder nuestra indianidad, sin embargo me llamaba la atencion lo 'estadounizados' que se habian vuelto y como negaban su cultura y origenes. Para los padres, la idea de que sus hijos se juntaran con latinos era lo peor que podia suceder y demostraban su alegria y aprobacion cuando uno de los hijos o la hija resultaba con alguien de sangre sajona. Ellos, los hijos, se sentian descendientes directos de los peregrinos del Mayflower, y, a la Michael Jackson, se pasaban haciendo micos y pericos para parecer mas sajones (ropa, peinado, tinte de cabello, no habian lentes de contacto de colores aun).
No se que habra sido de ellos, perdi contacto completamente. Pero me impresiono tanto como le daban la espalda a sus raices, que nunca se me olvidara.
Como tu dices, habra algo que quedo en nuestra memoria colectiva que nos hace, voluntaria o involuntariamente, querer ver unicamente la imagen que nos impusieron y no nuestro origen.
Me extendi demasiado, pero es que realmente me toco el post que has escrito.
Saludos cordiales.