María Kodama cuenta que, en 1971, cuando Borges recibió el Doctorado honoris causa en Oxford, pasó esto: “mientras charlábamos, nos dice, con un grupo de admiradores, alguien habló de El tamaño de mi esperanza. Borges reaccionó enseguida, asegurándole que ese libro no existía y le aconsejó que no lo buscara más”. El libro existe. En una nota liminar y explicativa la ejecutora testamentaria nos cuenta el deseo de Borges de suprimir esta obra de 1926 y además agrega que ha publicado de nuevo el libro, pues el mismo Borges permitió a los editores de las Obras Completas de La Pléaide traducir al francés partes del libro, lo que ella interpretó como una autorización para volver a publicarlo.
¿Por qué les cuento esto? Muy simple, el título del folletito borgiano me parece estupendo y se me ocurre que hubiera sido apropiado para llamar alguna recopilación de mis artículos, pero no solo llego tarde, sino que además tengo poca vocación de plagiador.
Aunque me atiborran esperanzas y sueños. De inmediato aclaro que soy muy poco dado a avizorar utopías, tengo un fuerte sentido de la realidad y de lo posible. Una utopía no encuentra lugar en el mundo real. Mis esperanzas ya no me conciernen personalmente, son todas proyecciones hacia lo que nos depara la historia, los posibles que puedan volverse realidades, sueño con una nación salvadoreña emancipada.
No cabe duda que atravesamos por un momento histórico muy tenebroso y oscuro, padecemos de una dictadura que con empeño y ahínco se esfuerza por destruir nuestra historia, nuestra cultura, nuestros logros democráticos, nuestra economía. El dictador también se empeña en decorar atractivas vitrinas para engañar incluso a los nuestros, ya no digamos a los ajenos. Pero ahora tenemos un país que no tiene reservas alimenticias, que no tiene capacidad para dar sustento a toda su población, apenas 7% de las necesidades son cubiertos por la producción nacional. La familia gobernante da la impresión de que poco o nada percibe nuestro país como suyo, tal vez solo para saquearlo.
En estas circunstancias es duro alimentar esperanzas o acariciar sueños, sin embargo, que estos sátrapas no alcancen a perturbar nuestros ánimos y que mantengamos vivos nuestros anhelos de un nuevo país. No nos dejemos abatir por estos granujas. No permitamos que empañen nuestra imaginación.
Ciertamente desear que nuestros cipotes fueren a escuelas modernas con aulas espaciosas y bien equipadas y que los maestros estuvieren excelentemente capacitados para guiar a sus alumnos a adquirir conocimientos, juicios propios y el libre albedrío es cosa normal y suficiente, pero no alcanza a ser un sueño. En este sentido tenemos que ir más lejos, ser más exigentes con nuestra esperanza. El sueño es crear un país en el que los jóvenes encuentren los medios para completar su aprendizaje, para adquirir la profesión de sus ambiciones y tener plenas oportunidades de ejercerla.
Mi propósito es no soñar desde el presente, sino que a partir del futuro. El presente es esta sociedad de privaciones, de enajenaciones, de diferencias sociales, de explotación, con gente que inculca el egoísmo. Esta sociedad que crea fenómenos sociales que oprimen a los hombres y que no les permiten su total cumplimiento personal.
Es cierto que sabemos que nada, ni nadie sobrepasa su época. Y esto abarca cualquier sea el campo, incluidos los sueños y las mismas esperanzas. Pero anhelar salarios justos es algo que nos limita y mantiene dentro de esta sociedad, pues ¿cuál puede ser la justicia contenida en un salario? El salario implica dependencia personal de otro, que cambia por dinero nuestro tiempo, para tenernos a su servicio. Esta es la más visible y primera enajenación de las relaciones de producción capitalistas. Concebir otro tipo de sociedad cabe dentro de nuestra época, es a partir del capitalismo con todos sus logros materiales que podemos imaginar un reparto equitativo de las riquezas sociales.
El poder es un fenómeno social que lleva dentro todas las dominaciones y sumisiones. La gran contradicción del proyecto revolucionario ha sido conquistar el poder para lograr su posterior destrucción. La historia nos ha mostrado que, en la incomprensión profunda de este fenómeno, de su concepto condujo al estruendoso fracaso de la construcción de sociedades totalmente libres, emancipadas. Pues el poder no es algo que se comparte, quien tiene el poder decide por los otros y su voluntad se impone, pues el que tiene el poder también posee la fuerza para hacerse obedecer.
Entonces soñar desde el futuro es imaginar el contenido de la sociedad que viene, ya despojada de las enajenaciones actuales. Quizás haya quien se interrogue leyendo esto, con toda razón, cuál deba ser el camino que nos conduzca al futuro deseado, cómo salir del agobiante hoy. Esta es una preocupación política que siempre se ha presentado con cierta urgencia, sobre todo en nuestro país, hundido en su atraso secular y con clases dominantes tan retrógradas y despóticas. Aquí no tenemos un capitalismo productor de riquezas, sino que productor de una infinita pobreza.
en efecto, son preguntas muy complejas las que has planteado, pero necesarias para seguir dándole sentido a la lucha por las transformaciones. Creo que no podemos abstraernos del presente para soñar, de hecho, es desde el presente que podemos soñar el futuro, y esto es lo que hace falta: perfilar la sociedad que soñamos para el futuro. A estas alturas, y después de estas décadas de lucha, nos faltó eso, dibujar colectivamente el tipo de sociedad que queríamos construir, sin esa claridad, como la íbamos a construir?
ResponderEliminarHay una bruma que acaso poco a poco empieza a disiparse. Esa misma bruma claroscura en la que se engendran monstruos. Pienso que la bruma debe ser un tiempo precisamente para habitarnos. Para saber quiénes somos y entender lo qué está sucediendo a velocidad vertiginosa. Pienso, además, que en la profundidad de la tierra aun hay semilla, esa que requiere su tiempo para ver la luz, para germinar. Nos han quitado hasta el don de contemplar y crear, ante ello, pienso que es necesario el destiempo para cuando el tiempo sea propicio, brotar.
ResponderEliminarEstimado Carlos, lo poco que sé del Presidente Bukele lo supe al mirar una entrevista qué él concedió al comentarista Tucker Carlson. Carlson estaba interesado en saber cómo Bukele había reducido los índices de delincuencia de los más altos del mundo a los más bajos del hemísfero en cuatro años. La respuesta del presidente fue sorprendente: su gabinete puso su fe en Dios.
ResponderEliminarLuego de asegurar la seguridad del pueblo salvadoreño para que la gente pudiera trabajar y criar a sus hijos en paz (y mi cuñado fue asesinado en la capital, así que sé lo que significa eso), Bukele volvió su mirada al desarrollo económico.
Tucker Carlson preguntó al presidente cómo él y su gabinete empezaron a abordar ese reto, y él contestó, "Oramos." Explicó que eso era su fórmula para superar los desafíos. Antes de comenzar cada reunión, el gabinete reza a Diós.
Algo más me atrajo la atención, y es que la Marina de El Salvador ha estado embargando drogas en aguas internacionales. ¿No es curioso eso? ¿Cómo se dan cuenta de que hay naves que llevan drogas? Obviamente, el gobierno de los EEUU está informando al gobierno salvadoreño. Y, ¿en cuales ámbitos adicionales están colaborando?
Nunca ha habido democracia en El Salvador. Es evidente que la cúpula del FMLN, después del suicidio de Marcial, fue comprometido por la CIA (una organización luciferiana) hasta convertirse en títeres de la clase capitalista--tal como Lula y Petra.
Entre más pronto ustedes empiecen a buscar el lado espiritual en lo que sucede, más pronto entenderán el gran despertamiento de la humanidad. No es obligatorio volver a Jesucristo, pero yo lo recomiendo como la vía más segura.