El autor de este blog agradece la reproducción total o parcial de los materiales aquí publicados siempre que se mencione la fuente.

25 noviembre 2024

La violencia de los ricos

 Por Carlos Abrego

Deseo esta vez referirme a un asunto importante, pues está ligado al tipo de dominación material e ideológica que sufrimos, me refiero a la pertinaz esperanza de que vengan capitales extrajeros a invertir en nuestro país. Desde los años cincuenta del siglo pasado, durante los gobiernos del PRUD se lanzó la idea de la “zonas francas” y se implementaron algunas. Se hizo con la ilusión de que eso iba a permitir el desarrollo industrial del país y la introducción de tecnologías avanzadas. Lo que se trajo entonces fue maquinaria obseleta y apenas si el valor agregado era significante. Por lo general fueron fábricas de montaje final de maquinaria ya finalizada. 

En esos años la oligarquía cafetalera era la clase dominante en absoluto, el precio del café era alto, pero tenía bajones y algunos consejeros le sugirieron a los oligarcas de diversificar los cultivos. Surgieron entonces las grandes plantaciones de la caña de azucar y de algodón. No obstante a ninguno se le ocurrió sugerirle a la oligarquía de invertir sus capitales en el desarrollo de industrias. 

Desde entonces, tal vez mucho antes, los oligarcas preferían, como forma de enriquecimiento fácil y seguro, eludir los impuestos y evadir las ganancias. Esta práctica tiene ya casi un siglo. Hubo un intento de asociar sus capitales a las inversiones extranjeras, pues era una manera de garantizar el éxito de sus inversiones. 

Ningún gobierno, desde Osorio hasta Bukele, ha intentado ponerle freno a este sistemático empobrecimiento nacional. Nadie puede dar alguna cifra que se avecine a la realidad del monto de los capitales oligárquicos que se encuentran en el extranjero, en inversiones industriales o especulativas. Los “papeles panameños” confirmaron que esta práctica sigue vigente. Se supo de capitales en cuentas corrientes en bancos de Panamá y la fiscalía de entonces no investigó los delitos revelados. 

Los oligarcas no emigran (salvo durante la guerra). No porque no puedan pagarse una vida galana en las playas de Miami. Allí ellos se perderían entre ricos del mismo calibre y no serían fortunas prestigiosas como lo son en su base de enriquecimiento, nuestro pobre país. Aquí son los señores que pueden lucir sus riquezas y gozar de su señorío, muchos desean estar por lo menos en su vecindario. Los del clan gobernante se desviven por ser parte de esa casta. 

Este saqueo constante de nuestro país es la violencia más grande que hemos sufrido, cuántos fueron los niños que no llegaron nunca al año de vida por desnutrición, cuántos eran los que morían jóvenes por las mismas causas, La desnutrición es causada por la explotación indignante que han sufrido los campesinos con miserables salarios, que durante décadas fueron pagados en parte con fichas de las haciendas, con la obligación de comprar en las tiendas internas de las fincas. Lo que los constreñía a tener vida y costumbres de siervos. 

Algo ha cambiado, ya el capitalismo ha penetrado en nuestro país y las remanentes relaciones feudales han desaparecido, tal vez no del todo. Pero la ultraexplotación sigue existiendo, tanto en el campo, como en la ciudad y sigue causando muertes prematuras. Estos asesinatos nadie los contabiliza. 

Las tierras de los cultivos de caña y algodón están exhaustas. Los ríos y arrollos están contaminados, el agua es escasa. El país se encuentra incapacitado para alimentar a su población, cada vez se produce menos alimentos, la importación ha remplazado a la producción. Y los oligarcas siguen exportando su capitales e impuestos, empobreciendo al país.  

Seguimos esperanzados que el desarrollo nos vendrá de afuera, de inversiones extranjeras, de alguna ilusoria ayuda extranjera, pero nunca pensamos que los impuestos evadidos y los ganancias obtenidas y exportadas por la oligarquía podrían servir para modernizar nuestro país. Esta falta de inversiones ha privado indirectamente al país de escuelas modernas, de una educación integral de nuestros jóvenes, que se eduquen no con la espectativa de ser mejor explotados, sino para un desenvolvimiento espiritual intengral. 

Durante el gobierno de Mauricio Funes hubo un cierto reparto de tierras, estas parcelas eran individuales, se pudo haber creado cooperativas, pero la ideología pudo más que lo práctico. La propiedad privada es un dogma, es algo personal que se opone a lo colectivo. No obstante las cooperativas pudieron ser asistidas por el Ministerio de Agricultura para modernizar los procedimientos de cultivo y cosecha.

El pecado original de la oligarquía fue el robo de tierras colectivas, los ejidos. Estas propiedades colectivas sobrevivieron a la colonia española, pero no pudieron nada contra la insaciable avidez de la naciente burguesía. Esta destrucción y el robo se nos vendió siempre como un progreso, se nos dijo que el añil ya no era productivo, que ya no se vendía y que el café nos iba a enriquecer. Los ejidos alimentaban a la población de entonces. Con la introducción del café desaparecieron los cultivos alimentarios y el país se fue empobreciendo año tras año. El café enriqueció a los ladrones de las tierras ejidales.

 Va de suyo que al gobierno actual no se le puede pedir que implemente una reforma agraria, pues ya hace hasta lo imposible por agradar al FMI, con el presupuesto de rigor que conlleva los despidos y los cortes presupuestarios. El FMI, los diferentes países imperialistas no aceptarían una reforma agraria, pues atenta contra la propiedad privada, ni tampoco sería bienvenida por los dueños de la finca nacional.

Sin embargo solamente una transformación profunda de la tenencia de la tierra, de la producción y del consumo agrícolas podría permitir realmente un enriquecimiento global del país y aparecerían las posibilidades de inicar realmente la industralización del país. Y esta vez asociándose con compañías foráneas que pudieran transferir tecnologías y los conocimientos consiguientes. Porque únicamente entonces seríamos capaces de crear condiciones para un mutuo beneficio.

Mienstras siga la violencia de los ricos, que empobrecen al país, que ven con agrado al gobierno actual reprimir las protestas y oponentes, que encarcela a inocentes y que transfiere capitales a sus cuentas bancarias, nuestro desarrollo es simplemente imposible y seguirmos esperanzados en que los capitales extranjeros vendrán a salvarnos del naufragio hacia al que nos dirige el clan gobernante.


19 noviembre 2024

¿Qué es pensamiento crítico?

Por Carlos Abrego

No pasa un sólo día sin que el dictador no cometa una barrabasada o haga alguna declaración descabellada. Muchos comentaristas han encontrado en esto una manera muy fácil para divertirse a expensas de Nayib Bukele. No obstante, opino que hay muchos otros temas que no pueden dejarse de abordar y de reflexionar sobre ellos. 

No voy a enumerar ninguno. Cada uno en su campo sabe cuáles son las carencias que sufrimos en el país y debemos ser conscientes de que este tiempo de plagas que estamos padeciendo va a tener un fin y que debemos prepararnos todos a una reconstrucción nacional. Pues los ataques destructivos de la dictadura no omiten ningún terreno. Nuestro país se empobrece en todos los sentidos. No nos dejemos empobrecer intelectualmente discutiendo, comentando el discurso carente de altura y sentido del dictador. Tampoco tomemos en serio la avalancha de sandeces de los troles. 

Es cierto que la publicidad gubernamental y la cotidiana actividad de los troles hacen mella en la mente de muchos compatriotas. Se ha repetido con insistencia que todos urgimos de un pensamiento crítico. 

¿En qué estriba este pensamiento crítico?  Lo que más he oído al respecto es que tenemos que desconfiar en las noticias que nos venden y verificar su veracidad. Se nos recomienda que nos obliguemos a buscar las fuentes o que nos procuremos todas las versiones y cotejarlas. Este consejo presupone que tenemos mucho tiempo libre para dedicarnos a una permanente verificación de lo que leemos o escuchamos. ¿Tenemos el tiempo y los medios para hacerlo?  

Aparece luego el problema siguiente: ¿una vez hecha la verificación, qué interpretación darle a la noticia, cómo evaluarla, qué importancia tiene para nosotros? Muy sinceramente es en este momento de interpretación y de valoración en que en verdad debemos desplegar el pensamiento crítico. 

Pensar críticamente presupone tener los conocimientos necesarios y pertinentes para formarnos un juicio, presupone poder conectar el hecho (la cosa) en cuestión con los otros elementos de la situación, colocarlo en el justo lugar que le corresponde en la realidad. No se trata de nada muy sencillo, no es como dice el dicho “soplar y hacer botellas”. 

Manifiestamente nuestras escuelas y colegios no nos preparan para profesar nuestros propios criterios, ni cómo formarlos en toda independencia y autonomía. Los mismos maestros no fueron educados para ello, ni preparados para transmitirles a sus alumnos este tipo de ejercicio reflexivo. 

Una tarea colectiva de los intelectuales, que están del lado de los humillados y ofendidos, es la formación de nuestros trabajadores, compartir con ellos los conocimientos, dirigirnos a ellos con aclaraciones pertinentes de la situación política, social y económica del país. 

Por supuesto esto que propongo aquí no es muy sencillo. Sobre todo que las redes sociales y el tipo de comunicación que ellas instauran, dificultan la propagación de la reflexión permanente y profunda. Hay muchos que proponen bajar el nivel de nuestro propio pensamiento, que debemos acortar el volumen de nuestros materiales, porque la gente se ha acostumbrado a ver videos y a leer textos cortos. 

En realidad, si caemos en esa trampa, si nos dejamos avasallar por esos criterios, estamos ya de antemano perdiendo la batalla ideológica que pretendemos llevar adelante. Los ideólogos del campo adverso que se idearon estos instrumentos de comunicación y su modo fugaz y efímero de funcionar, esa manera de divagar nuestra atención, de no permitirle fijarse en un solo asunto, pretende explícitamente debilitar nuestra memoria, arruinar nuestra inteligencia. Estos instrumentos de lucha ideológica nos instigan a ir saltando de una cosa a otra sin parar mientes en ninguna. 

Vuelvo al inicio de este escrito, el dictador nos proporciona a diario alguna mentira. Desmentirlo a diario es perder el tiempo y además el pinocho de CAPRES puede perfectamente cambiar una mentira por otra al día siguiente. Al mismo tiempo, es necesario criticar y analizar la política real del dictador. Los despidos son reales, la falta de medicinas en los hospitales es real, la represión y encarcelamiento de oponentes es real, la falta de inversión estatal en la agricultura, en la infraestructura general del país, el abandono de las escuelas en ruinas, todo esto es muy real.  

El viernes pasado, en el programa televisivo “Encuentro con Julio Villagrán”, Evelyn Martínez proclamó algo muy cierto, el dictador “no tiene ideas, sino que ocurrencias”. Sin embargo, no se trata de ocurrencias ingenuas, sino que de ocurrencias de mucha perversidad que van destruyendo todo lo bueno que se pudo construir anteriormente. 

11 noviembre 2024

Esperanza sin riendas

 

María Kodama cuenta que, en 1971, cuando Borges recibió el Doctorado honoris causa en Oxford, pasó esto: “mientras charlábamos, nos dice, con un grupo de admiradores, alguien habló de El tamaño de mi esperanza. Borges reaccionó enseguida, asegurándole que ese libro no existía y le aconsejó que no lo buscara más”. El libro existe. En una nota liminar y explicativa la ejecutora testamentaria nos cuenta el deseo de Borges de suprimir esta obra de 1926 y además agrega que ha publicado de nuevo el libro, pues el mismo Borges permitió a los editores de las Obras Completas de La Pléaide traducir al francés partes del libro, lo que ella interpretó como una autorización para volver a publicarlo. 

¿Por qué les cuento esto? Muy simple, el título del folletito borgiano me parece estupendo y se me ocurre que hubiera sido apropiado para llamar alguna recopilación de mis artículos, pero no solo llego tarde, sino que además tengo poca vocación de plagiador. 

Aunque me atiborran esperanzas y sueños. De inmediato aclaro que soy muy poco dado a avizorar utopías, tengo un fuerte sentido de la realidad y de lo posible. Una utopía no encuentra lugar en el mundo real. Mis esperanzas ya no me conciernen personalmente, son todas proyecciones hacia lo que nos depara la historia, los posibles que puedan volverse realidades, sueño con una nación salvadoreña emancipada. 

No cabe duda que atravesamos por un momento histórico muy tenebroso y oscuro, padecemos de una dictadura que con empeño y ahínco se esfuerza por destruir nuestra historia, nuestra cultura, nuestros logros democráticos, nuestra economía. El dictador también se empeña en decorar atractivas vitrinas para engañar incluso a los nuestros, ya no digamos a los ajenos. Pero ahora tenemos un país que no tiene reservas alimenticias, que no tiene capacidad para dar sustento a toda su población, apenas 7% de las necesidades son cubiertos por la producción nacional. La familia gobernante da la impresión de que poco o nada percibe nuestro país como suyo, tal vez solo para saquearlo. 

En estas circunstancias es duro alimentar esperanzas o acariciar sueños, sin embargo, que estos sátrapas no alcancen a perturbar nuestros ánimos y que mantengamos vivos nuestros anhelos de un nuevo país. No nos dejemos abatir por estos granujas. No permitamos que empañen nuestra imaginación. 

Ciertamente desear que nuestros cipotes fueren a escuelas modernas con aulas espaciosas y bien equipadas y que los maestros estuvieren excelentemente capacitados para guiar a sus alumnos a adquirir conocimientos, juicios propios y el libre albedrío es cosa normal y suficiente, pero no alcanza a ser un sueño. En este sentido tenemos que ir más lejos, ser más exigentes con nuestra esperanza. El sueño es crear un país en el que los jóvenes encuentren los medios para completar su aprendizaje, para adquirir la profesión de sus ambiciones y tener plenas oportunidades de ejercerla. 

Mi propósito es no soñar desde el presente, sino que a partir del futuro. El presente es esta sociedad de privaciones, de enajenaciones, de diferencias sociales, de explotación, con gente que inculca el egoísmo. Esta sociedad que crea fenómenos sociales que oprimen a los hombres y que no les permiten su total cumplimiento personal. 

Es cierto que sabemos que nada, ni nadie sobrepasa su época. Y esto abarca cualquier sea el campo, incluidos los sueños y las mismas esperanzas. Pero anhelar salarios justos es algo que nos limita y mantiene dentro de esta sociedad, pues ¿cuál puede ser la justicia contenida en un salario? El salario implica dependencia personal de otro, que cambia por dinero nuestro tiempo, para tenernos a su servicio. Esta es la más visible y primera enajenación de las relaciones de producción capitalistas. Concebir otro tipo de sociedad cabe dentro de nuestra época, es a partir del capitalismo con todos sus logros materiales que podemos imaginar un reparto equitativo de las riquezas sociales.

El poder es un fenómeno social que lleva dentro todas las dominaciones y sumisiones. La gran contradicción del proyecto revolucionario ha sido conquistar el poder para lograr su posterior destrucción. La historia nos ha mostrado que, en la incomprensión profunda de este fenómeno, de su concepto condujo al estruendoso fracaso de la construcción de sociedades totalmente libres, emancipadas. Pues el poder no es algo que se comparte, quien tiene el poder decide por los otros y su voluntad se impone, pues el que tiene el poder también posee la fuerza para hacerse obedecer. 

Entonces soñar desde el futuro es imaginar el contenido de la sociedad que viene, ya despojada de las enajenaciones actuales. Quizás haya quien se interrogue leyendo esto, con toda razón, cuál deba ser el camino que nos conduzca al futuro deseado, cómo salir del agobiante hoy. Esta es una preocupación política que siempre se ha presentado con cierta urgencia, sobre todo en nuestro país, hundido en su atraso secular y con clases dominantes tan retrógradas y despóticas. Aquí no tenemos un capitalismo productor de riquezas, sino que productor de una infinita pobreza.