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19 mayo 2024

Por una nueva nación

Hay gente muy alarmada por la empresa destructora del país dirigida por la clica de Bukele y que dura ya muchos años. Ya no tenemos instituciones democráticas, no hay recursos posibles, se destruye la economía nacional, se endeuda al país, ya no hay Constitución, puesto que el gobierno y los dos otros poderes la pisotean a diario. Ya no vamos a tener presidente, pues Bukele es un usurpador y no tiene ninguna legitimidad, puesto que su candidatura era inconstitucional. Por mucho que la falsa Sala de lo Constitucional haya emitido fallo para su reelección, pues tampoco ellos son magistrados legítimos, su nominación fue más que viciada e irrespetuosa de los trámites legales.

Ya son tantas las violaciones a la Constitución, que nadie ha protestado por el hecho de que el bachiller Bukele haya puesto en venta la nacionalidad salvadoreña y que ahora quiera regalarla a los que se atrevan a venir a invertir en el país. El artículo 92 de la Constitución actual no dice que nuestra nacionalidad se puede regalar o ponerla en venta. No se sabe de nadie que haya comprado un pasaporte salvadoreño, ni que se haya presentado a algún consulado a manifestar su deseo de residir en El Salvador e investir en el país. Otro fiasco bukeliano, como el bitcóin.

Ante la destrucción de la república y la inexistencia de leyes, salvo los caprichos del dictador, muchos salvadoreños exigen que el Régimen de excepción ya no sea renovado, una excepción que se ha vuelto la normalidad. Lo que motivó la instauración del Régimen de excepción fueron los numerosos asesinatos cometidos por las maras en un fin de semana trágico, al parecer tanto el Ejecutivo, como la Asamblea, consideran que durante estos dos años el problema de los asesinados por los pandilleros persiste hasta el día de hoy, pues en el artículo 30 de la Constitución se establece que se puede renovar el Régimen de excepción únicamente “si continúan las circunstancias que la motivaron”.

Es evidente que hay que seguir denunciando los desmanes del poder, que se debe de luchar para limitar las arbitrariedades, pero la lucha fundamental a la que tiene que abocarse el pueblo salvadoreño es derribar la dictadura a fin de restablecer la legalidad, abrogar todas las leyes que vinieron a pisotear nuestra soberanía, nuestra cultura y nuestra historia. La lucha no se puede limitar a restablecer lo que teníamos antes de que se iniciara la destrucción del país por los Bukele. La sociedad en la que vive el pueblo salvadoreño permite que muchos cipotes crezcan sin escuelas apropiadas, sin una alimentación equilibrada, sin poder adquirir conocimientos científicos y culturales para el desenvolvimiento de sus personalidades y potencialidades. Esta sociedad propicia la extrema explotación de nuestros campesinos, que muchos siguen viviendo sin las mínimas condiciones de vida decente, sin agua potable a su alcance, sin electricidad, en un hábitat degradado e indigno para un sano vivir. Los trabajadores en general reciben por su trabajo sueldos que no alcanzan para cubrir las necesidades mínimas para reproducir sus vidas y las de sus familias. Hay que comprar ropa, comida, pagar el alquiler, el agua, la electricidad, el transporte, alguna que otra diversión, etc. Los salarios no alcanzan para todo eso. Hay enormes deficiencias en los servicios de salud pública, la gran mayoría de los ancianos no tienen pensiones que les permitan terminar sus vidas dignamente.

Todo esto último no resulta de la inactividad del gobierno actual, todos los gobiernos anteriores no emprendieron nada que viniera a resolver estos problemas nacionales. Bukele acusaba casi a diario la “cúpula” de haber olvidado sus antiguos ideales, nunca dijo exactamente cuáles, pero dejaba suponer que a su llegada a la presidencia él sí iba a recordarlos y ponerlos en práctica. Ahora vemos que se ha olvidado por completo y se esfuerza porque nuestra gente también los olvide. Desea borrar de nuestras mentes todo nuestro pasado de luchas, algunas de gran heroísmo.

No obstante, hay algo que puede sorprendernos, Bukele goza de cierta popularidad y de apoyo en una franja bastante amplia de la población. Cada día que pasa esa popularidad y apoyo decrecen, el diluvio de propaganda y publicidad cada vez hace menos mella en la población salvadoreña. Pero no se puede soslayar esa franja bastante amplia de los salvadoreños que siguen fascinados por su persona y algunos hasta llegan a endiosarlo. Tampoco se puede eludir que la resistencia es escasa, de muy poca envergadura al ver todo lo que los Bukele y su gobierno han emprendido, asistidos y asesorados por un grupo de venezolanos, para destruir al país y hundirlo en astronómicas deudas que nadie ve en qué se usan, ni quien se favorece de todo ese dineral.

La transparencia, garantía de democracia, ha desaparecido, nada se sabe del enriquecimiento de los Bukele y sus secuaces, nadie sabe quiénes son esos venezolanos, ni cuando devengan. No creo que alguien se haya olvidado de la promesa de instituir la CICIES (Comisión Internacional contra la Impunidad de El Salvador), lo hizo, pero cuando Ronalth Ochaeta informó que había enviado 12 avisos de posibles ilícitos en carteras del Estado a la Fiscalía General de la República, Nayib Bukele se retractó y le ordenó a su Fiscal General romper los tratos con ese nuevo organismo, desde junio de 2021 ya no existe. Y desde entonces muchos gastos y cuentas fueron declarados “reservados”, aquí no pasa nada, silencio, pasen de largo.

Como se puede pensar, un simple retorno a lo que había antes no es suficiente, porque con ello no podremos reparar todo el daño cometido y que siguen cometiendo los mareros en el gobierno. Entonces es urgente elevar nuestras exigencias sociales y democráticas. No existe un solo ámbito social o económico que no urja de enmiendas o profundos cambios. Cada sector de la población tiene listar sus prioridades, sus exigencias. El pueblo salvadoreño tiene que levantarse de nuevo, ponerse de pie y alzar su voz. Tiene que retomar el hilo de su historia y luchar por una nueva nación.








 

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