El carácter belicoso del imperialismo se va manifestando cada día con mayor
evidencia. Y lo vemos con un presidente del Partido Demócrata reputado ser el
más moderado de los dos partidos dominantes de los Estados Unidos. La
agresividad del imperialismo se arropa cada vez con mayor cinismo. Es patente
en los intentos de volver legales los asesinatos telecomandados por Obama a
través de los “drones”. Todo esto bajo el pretexto de combatir el terrorismo,
así se matan ancianos, mujeres y niños, todos inocentes, todos víctimas de una
guerra declarada a todo el mundo. Pues los servicios de espionaje estadounidense
espían a todos los ciudadanos del mundo. Es esto lo que ha denunciado y puesto
en evidencia Edward Snowden. Este interés por enterarse de las confidencias que
cada uno confía a sus amigos, a su novia, a sus amantes, a sus padres y otros
parientes nada tiene que ver con el combate contra el terrorismo. El interés y
el análisis de los mensajes privados, íntimos por la Agencia Nacional de
Seguridad de los Estados Unidos nada tiene que ver con la lucha antiterrorista,
ni mucho menos con la seguridad de los ciudadanos estadounidenses. Esta
vigilancia escrutadora, con fines fiscalizadores, es una patente demostración
del carácter totalitario de la sociedad que nos presentan con harta insistencia
como la más democrática en el mundo.
Los pensadores y propagandistas de las multinacionales sienten cada vez con
mayor fuerza la oposición universal a los designios dominadores y destructores
del gran capital internacional. El despilfarro de las riquezas, la creciente e
inútil acumulación y concentración de capitales, su capacidad de escapar de la
contribución fiscal, su afición por la evasión y los paraísos fiscales, su
entrelazamiento con el crimen organizado, el “saneamiento” del dinero obtenido
por el comercio de los estupefacientes son realidades que aparecen como lo que
efectivamente caracteriza al capitalismo es su estadio imperialista financiero.
Los propagandistas no tienen en su arsenal argumentativo nada que pueda volver
aceptable todos esos rasgos del capitalismo actual. Es por eso que una de las características
del funcionamiento del capital es su no transparencia, la opacidad de sus
transacciones, el secreto absoluto de sus designios. El gran capital se ha
vuelto dueño de los principales medios de comunicación, diarios, semanales,
televisiones y radios. Es la cuasa por la cual la verdad tarda en salir a la luz. La
sobreexplotación de niños y mujeres en India por las principales marcas del
textil se conoce en el mundo por “revelaciones” periodísticas marginales. Es
necesario a veces que se produzca una catástrofe como recientemente para que de
nuevo se enfoque este otro lado del funcionamiento del capitalismo, su
despiadada sobreexplotación en el famoso Tercer mundo.
Por un lado el imperialismo con sus gobiernos tratan de desnudar nuestra
intimidad a través de la actividad escrutadora de sus agencias de inteligencia
y por el otro no escatima esfuerzos por mantener oculta la intrínseca
perversidad de sus acciones. Dos caras de lo mismo, con el mismo objetivo de
dominación. Por un lado el control de nuestro mundo íntimo, su análisis le
sirve a los gobiernos y empresas de comunicación de una prodigiosa fuente de
información sobre nuestros gustos, nuestras aficiones, nuestras preocupaciones,
nuestras actitudes, nuestros pensamientos, etc. Por el momento esta información
y la consecuente adaptación del discurso dominante aún no han llegado a impedir
que masas enteras se subleven contra la dominación del capital. Es cierto que todos
los despertares ya sea primaverales u otoñales en el mundo árabe no siempre han
llevado la impronta clara de una oposición al sistema. Esta oposición es
marginal. No obstante la aspiración de nuevas libertades, la exigencia
democrática (libertad de opinión, de expresión y a veces con la nueva exigencia
de transparencia gubernamental). Esos movimientos no han podido ser detectados
con antelación a pesar de toda la vigilancia y control de las Agencias y de los
gobiernos dictatoriales locales.
No obstante el deseo de un control total sobre nuestras conciencias es
patente. Esto no es realmente algo nuevo o inédito. Desde siempre las clases
dominantes se han dotado de los medios necesarios para la dominación ideológica
de las masas. Todos hemos sospechado con mayor o menor intensidad que las
Agencias de “Seguridad” nos vigilan, nos espían. Edward Snowden acaba de
revelarnos no la existencia, sino que su carácter sistemático, su minuciosidad,
la extensión mundial del fenómeno.
Periódicos europeos revelaron que este espionaje no se dirige
exclusivamente a las personas privadas, sino que los Estados Unidos han estado
espiando a gobiernos aliados de Europa, a las oficinas de la Comunidad Europea,
etc. Esta actividad no sólo va dirigida a los aspectos políticos y diplomáticos,
sino que se extiende y se intensifica en asuntos del espionaje industrial.
Estas revelaciones han tenido un efecto curioso en los gobiernos europeos. Es
evidente que ante sus opiniones públicas era imposible no mostrarse indignados
y fingir tomar las medidas que se imponen. Los gobiernos protestaron y le han
pedido “explicaciones” al Ejecutivo estadounidense. El presidente François
Hollande llegó hasta exigir que se interrumpan las negociaciones de libre
comercio entre la Comunidad Europea y los Estados Unidos… por lo menos unos
quince días. La vida y la prensa se van a encargar de poner en el olvido estas
inconveniencias entre amigos.
La explicaciones de Obama tuvieron una pizca de disculpa y luego el cinismo
normal del más fuerte salió a la superficie y ha dicho durante su periplo
africano que los servicios de seguridad se han creado para obtener información
y que todos los gobiernos los utilizan. No hay pues nada inquietante, ni nada
que salga de lo ordinario. Esto contrasta con la actitud adoptada por el
gobierno de los Estados Unidos respecto a su exagente Edward Snowden. Lo quieren preso o muerto a toda costa. En el
país de la justicia sumaria de “vivo o muerto”, de las ejecuciones
teledirigidas por los drones y asumidas por el mismo presidente Obama, es un
delito mostrar las ropas sucias del Rey y decirle que se ha quedado desnudo.
Estamos ante un caso de disidencia, de libertad de pensamiento y de
opinión. El mundo entero es vigilado, su correo electrónico es violado, sus
conversaciones con sus parientes y amigos son escuchadas, grabadas, archivadas
y analizadas, todo esto en el más grande secreto y en contradicción con las
leyes internacionales ¿puede una persona honesta dejar oculto semejante
delito? Se trata de un delito de un Estado, del Estado más poderoso y más
criminal en la actualidad. Un Estado que no ha dudado en ningún momento mentir,
manipular a su propia opinión y a la opinión mundial para desatar una guerra
absurda y destructora, la de Iraq. Un Estado que ha raptado ciudadanos de
varios países y ha procedido a torturarlos sistemáticamente, en violación de
muchas leyes internacionales. Oponerse entonces a ese espionaje de la vida
íntima de millones de personas es un imperativo moral, es al que ha obedecido
Edward Snowden.
Es por ello que la actitud adoptada por los gobiernos de España, Portugal,
Italia y Francia respecto al presidente boliviano Evo Morales es vergonzosa.
Vergonzosa por muchas razones, la primera es por el profundo irrespeto por la
soberanía y la dignidad del pueblo boliviano, tratar como a un delincuente a su
presidente no tiene nombre. Es lo que han hecho esos países, lo han hecho con
arrogancia hacia todos nuestros pueblos latinoamericanos y lo han hecho en una
profunda y servil sumisión hacia el Estado que los ha estado espiando, hacia el
Estado que se ha erigido como el amo y dueño del mundo. En esta ocasión han
mostrado su desfachatado servilismo. Y todo esto lo han perpetrado por un rumor
desmentido, la presencia en el avión presidencial boliviano de Edward Snowden.
¿Es acaso este ciudadano un criminal de guerra o un peligroso terrorista?
¡Claro que no!
Es necesario que la conciencia universal sea fuerte y defienda con ahínco
la libertad de Snowden, su derecho al asilo, su derecho a la vida. Pues este
joven corre el riesgo de ser aniquilado, de ser apresado y llevado a un
Tribunal que ya lo tiene condenado y entregarlo al verdugo. No dejemos que ante
la faz del mundo se vuelva al tiempo de la caza de brujas, de las ejecuciones
inquisitoriales.
No permitamos que so pretexto de luchar contra el terrorismo, seamos todos
los hombres del mundo sospechados, considerados potencialmente terroristas.
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