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08 enero 2019

Mi profesor, los sesgos cognitivos y nuestra politiquería

Dmitri Evguenievich Mijalchi fue mi profesor principal y director de tesis en la Universidad de la Amistad de los Pueblos “Patricio Lumumba”. Ya he referido que una de sus principales enseñanzas no concierne ninguna materia de estudio, sino que era metodológica y ética: “uno puede considerarse que ya es un científico cuando ante una pregunta, ante un problema, puede responder con toda sinceridad y toda tranquilidad, “no sé”. Si me atrevo a responder a una pregunta es porque la he estudiado, porque considero que mis conocimientos son suficientes para ello. Esta actitud, la de responder “no sé” o responder cuando realmente conozco el asunto no es muy fácil de observar, por lo general uno rehúsa reconocer su propia ignorancia. Uno tiende a improvisar las respuestas. Y Dmitri Evguenievich durante los cursos ante nuestras preguntas supo decirnos, “no sé, voy a estudiar la cuestión y les doy una respuesta la próxima vez”. Nunca se puso a improvisar.

En estos días leyendo un corto artículo sobre una experiencia en el departamento de ciencias cognitivas de la Escuela Normal Superior de París recordé otra de las observaciones de Dmitri Evguenievich, resulta que nos decía que en su gran mayoría la gente (en este caso eramos los lingüistas) busca confirmar sus opiniones, leemos todo lo que va en el sentido de lo que pensamos y cuando nos topamos con algo que contradice nuestras opiniones, lo leemos superficialmente y no ponemos la debida atención, ni hacemos el debido esfuerzo para rebatir en profundidad. Es muy difícil que cambiemos de opinión.

El experimento

El experimento que he mencionado es muy sencillo, se tiene dos opciones, A o B, usted elige al azar A, gana un punto. Por lo general usted en la siguiente vuelta va a volver a elegir A, sin tratar de averiguar si B podría darle también un punto. El estudio ha mostrado que los “candidatos” tienden sin mayor razón a repetir su primera opción: en promedio si gana tres veces seguidas con la opción A, será necesario que usted pierda seis veces con esta misma opción antes de pasar a optar por B. Necesitamos mucho más pruebas para cambiar de opinión que las que nos fueron necesarias para formarnos la opinión inicial. A esto le llaman “sesgo de confirmación”. El especialista en neurociencias, Estefano Palminteri, que condujo la experiencia, afirma que “nuestro cerebro busca confirmar sus opciones y suporta difícilmente la contradicción”. Nos informa este especialista que no existe un área cerebral especifica, pero al mismo tiempo señala que los que buscan confirmación, activan mucho más las partes del sistema de recompensa. Pero también dice que “correlación no significa causalidad”. O sea que no se puede ir más lejos.

Las neurociencias han repertoriado algunas centenas de “sesgos cognitivos”, sobre todo en torno a las famosas “fak news”, algunos tienden a creer más fácilmente las noticias malas o negativas, por ejemplo la propagación, ya de la certitud, que en las próximas elecciones presidenciales habrá un fraude. Otros “sesgos cognitivos” son de repetición, se cree que algo pasó porque semejantes eventos han tenido lugar en el pasado, otros son de frecuencia si uno conserva en la memoria ejemplos de lo ocurrido o posibilidad de que ocurra. Estos “sesgos” no tienen nada que ver con la inteligencia, nos dice el neuro-científico y psicólogo clínico Albert Moukheiber, se trata de acortamientos del pensamiento que se les llama “heurísticos”: soluciones aproximativas, pero veloces que usamos a diario y que funcionan a la perfección la mayoría de veces. Cuando tendemos la mano para estrecharla a un amigo, no medimos con anticipación la distancia o al sentir un olor que asociamos con un peligro que nos mueve a ponernos a salvo, estos “sesgos de estereotipos” pueden salvarnos la vida.

Es necesario decir que las falsas noticias han existido siempre, su abundancia actual tal vez sea lo que caracteriza nuestra época. Moukheiber nos da el ejemplo de los “planistas”, que pueden encontrar en las redes sociales dos o tres grupos que comparten su convicción de que la Tierra es plana y se van a asociar y aislar con dos cientos o trescientas personas. El aislamiento en grupos de personas de la misma opinión puede fácilmente conducir a una radicalización y a un dogmatismo.

Las trampas de nuestro cerebro

Nuestro cerebro de alguna manera nos pone trampas, ¿cómo evitar caer en ellas? Albert Moukheiber nos da ciertas recomendaciones: “No se trata de dudar de todo. No obstante, para los temas importantes, podemos empezar por desconfiar de nuestros racionamientos, sobre todo cuando tenemos certitudes y tratarles de adjudicarles una nota de confianza a esas opiniones. Puedo decirme respecto a esta información, que confío en mi opinión en un 20%, pues se trata de un tema que no domino completamente”.

Dmitri Evguenievich Mijalchi tenía razón, nos cuesta mucho poner en duda nuestras convicciones, lo que creemos dominar a la perfección. Nos recomendaba variar las fuentes de información, enfrentar los puntos de vista, tratar de fundamentar sólidamente nuestros argumentos. En el Departamento de Lingüística General que dirigía era natural que principalmente estudiáramos las enseñanzas de la escuela moscovita y de las del Círculo de Praga que fue creado con las mismas convicciones. Lo que dominaba era la lingüística europea, pero esto no impidió que estudiáramos con atención las diferentes escuelas de los Estados Unidos.

Sin cambiar totalmente de tema, me quiero referir a algo que enturbia el debate político salvadoreño sobre todo en estos tiempos electorales. No podemos hacer abstracción de la historia, ni de la inmediata, ni de la más antigua, pero al mismo tiempo no puedo entrar en los detalles. Salir de una guerra y experimentar por primera vez un sistema democrático burgués que nunca funcionó en el país, sin tener experiencia, sin ninguna práctica anterior. Todo este tiempo de posguerra no pudo servirnos para el debido aprendizaje, tanto del debate parlamentario, ni de las necesarias oposiciones. Lo que saltó al primer lugar fue el antagonismo, las oposiciones radicales. Esto sucedía en las actividades de los partidos políticos y en la Asamblea. Y como al mismo tiempo los que gobernaban, me refiero a ARENA y el resto de la derecha, tampoco habían gobernado con la obligación de someterse a la crítica, toda nuestra experiencia era de dictaduras. La manera de gobernar fue despótica y autoritaria, como una especie de prolongación de las antiguas dictaduras, una especie de dictadura blanda o “dictablanda”. La Constitución fue reformada pero no hacia una profundización de la democracia, sino que petrificando el poder del ejecutivo. El Estado se convirtió en un terreno de caza privado y de reparto de las prebendas entre la casta política..Por supuesto a unos les tocaba más que a otros, los que gobernaban se servían con el cucharón.

La dificultad de un proyecto común

Ambos partidos se dieron cuenta, me refiero a los dirigentes, que mantener las antiguas tensiones y antagonismos les procuraba una clientela fija, una clientela fiel y totalmente dogmatizada, lo que se le llamó el núcleo duro y que poco a poco se convirtió en el voto duro. Durante estos años se fueron creando identidades partidarias muy frágiles, pues tenían un precario asidero, las identidades se forjaron contra el bando opuesto, en un mero antagonismo. No hubo discusiones, ni polémicas, hubo apenas insultos, vituperios, groserías. No hubo debate político, se perdió la capacidad de proyectar hacia el futuro el destino del país. Con el correr del tiempo, los gobiernos de ARENA se conformaron por una gestión de los asuntos corrientes sin mayor fantasía, imponiéndole al FMLN el voto casi obligado del presupuesto y de la larga lista de préstamos. Este dinero también le garantizaba a los diputados y dirigentes efemelenistas los salarios, dávidas y prebendas del Estado.

La ausencia de un real debate político se prolonga hasta ahora, si al Frente le sirvió y bastó para ganar con Funes las elecciones una sola frase, “sacar del gobierno a ARENA”, hoy los partidarios de Bukele también tienen sus frases huecas, sin real planteamiento político, “devuelvan lo robado”, etc. Y a los que les exigen que expliquen que se proponen, los golondrinos insultan y te apostrofan de arenero o de frentista. Este nuevo bando no se distingue de los antiguos, el mismo verticalismo empeorado. En el Frente la dirección la ejerce un grupo, ahora en su movimiento la dirección real está en manos de una sola persona. Y sus convicciones se resumen en “Nayib presidente”. Y su identidad real es la negación de lo que ha existido hasta ahora, pero se trata de una negación de los partidos, no de sus maneras de actuar.

Cada bando está encerrado en sí mismo, no enfrentan sus opiniones con los otros, e incluso su actitud de desechar a los otros no les permite llegar a elaborar un argumentario para convencer, sus convicciones no llegan realmente a una elaboración, son apenas el rechazo del otro. De esta manera multiplican los “sesgos cognitivos”, creen a pie juntillas todos los “fak news” que publican sus correligionarios, rechazan sin escuchar el discurso del adversario. ¿Se puede construir de esta manera una democracia? Y más allá ¿se puede construir un proyecto de sociedad que congregue a todos?

2 comentarios:

  1. Con esto descrito no se puede construir nada que se acerque ni mucho menos a un embrión de democracia. El pueblo salvadoreño no hay que verlo de manera romántica. Es un hatajo de imbéciles variopintos, fanatizados, violentos, llenos de ira y esa ira la han vuelto contra ellos mismos...

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