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08 febrero 2019

Por una izquierda verdadera

En muchas cabezas, aunque en relación a la población global del país son pocas, ha surgido la pregunta ¿dónde está la izquierda? Entre estas personas hay quienes proponen la creación de un partido que reúna a todos aquéllos con aspiraciones sociales de izquierda. Esto ocurre como consecuencia de los resultados electorales, pues estas mismas personas han hecho dos constataciones que saltan a la vista, la primera es que Nuevas Ideas, en alianza con GANA, reunidos en torno a la candidatura de Bukele, está muy lejos de la izquierda, aunque Nuevas Ideas (NI) pudo producir la ilusión de estar a la izquierda, pero es un movimiento que en sí no tiene programa, que no funciona aún como partido y que es dirigido por una persona que por hoy es miembro de GANA. Además una divisa recurrente al interior de NI es que para sus miembros sale importando muy poco las ideologías o que ya en el país no existe esa tediosa división de izquierda y derecha. Sabemos que los que han proclamado la muerte de las ideologías son los más fervientes ideólogos de la derecha internacional. La gente de izquierda enarbola con orgullo su ideología. Las posiciones políticas, sociales, societales1 y económicas de los nombrados (no electos) dirigentes de NI son las mismas que las de la más rancia y conservadora derecha nacional. La segunda constatación, que venía ya perfilándose como evidencia, es que el FMLN dejó de ser de izquierda y se ha vuelto un partido de derecha liberal. Creo que esta constatación es la más nítida, la más patente. Es por eso que la expresión de que la izquierda se ha quedo huérfana es muy recurrente.

Al mismo tiempo a muchos les ha costado enormemente llegar a la segunda constatación, pues el FMLN encarnó la más profunda esperanza de que las cosas cambiaran en el país, muchos se negaban apasionadamente a reconocer las derivas derechistas del FMLN. Pensaron siempre que su problema no era ideológico, sino que de organización, que la cúpula se había prendido como sanguijuela en el pellejo de la organización, con unos cambios de personas todo se podía componer. Incluso algunos pensaron que eligiendo al buen candidato era suficiente y creyeron que Oscar Ortiz era el más adecuado y que podía llevar el renuevo al partido. La ausencia de un verdadero debate de ideas produjo esta ilusión; a Ortiz se le llamó renovador y se pensaba que realmente su llegada a la dirección del partido o del país iba a cambiar la situación. No obstante desde el principio Ortiz proponía que el FMLN se diera cuenta de que el mundo había cambiado y que era necesario ser realistas y aceptar que las viejas ideas de emancipación social habían caducado por completo. Ortiz propiciaba el cambio de rumbo, entrar lo más pronto posible en el neo-liberalismo. Oscar Ortiz es prácticamente el presidente este último año y es el que propuso y promociona la zona franca más grande del país. Bukele ha venido con su ocurrencia de un aeropuerto en la misma zona a consolidar esta deriva y obra neo-liberal.

Plantearse la fundación de un nuevo partido de izquierda, requiere urgentemente proceder a un previo debate esclarecedor de los conceptos fundamentales en los que va a reposar. Vimos el intento frustrado y fallido de Dagoberto Gutiérrez, quiso y trató de crear un partido “Nuevo País” en torno a su persona y su programa consistía en “no hacer lo mismo que el FMLN” y presentarse a las elecciones. Falló, la recolección de firmas fue una actividad improvisada y escueta. Mucha gente ni siquiera se dio cuenta. El triunfante intento de Nayib Bukele de crear su movimiento y posteriormente el partido que debía llevarlo a la presidencia fue fulgurante, se presentó también sin programa, al contrario desde el principio proclamó que su organización iba a acoger con el mismo beneplácito a gente de derecha y de izquierda. Como Bukele acababa de ser expulsado del FMLN clamó que en su partido no iba a haber ni expulsiones, ni exclusiones, que en su movimiento cabían todos. Y fue entonces que la imagen de la golondrina surgió, “una golondrina no hace verano”. La famosa y primera golondrina era él. El resto de la bandada acudió numerosa, de manera espontánea, cada uno con su visión, con sus sentimientos, reunidos en torno de una persona que se presentaba como el mejor detergente de la vida pública y del mundo político. Sus principales ataques fueron siempre hacia el FMLN que encarnaba el abandono de viejos ideales y de viejas y aún vivas esperanzas. El rechazo de un mundo aborrecido por su ineficacia para resolver los acuciosos problemas sociales con que se enfrenta nuestra sociedad fue el fundamento de la campaña proselitista. La partidocracia aborrecida cobró pronto otro nombre, el bipartidismo. Se trataba de concentrar los ataques contra los principales concurrentes. Los partidos de mediana influencia quedaron afuera de su mira de ataque, tal vez porque desde entonces ya sabía que iba a recurrir para presentarse a uno de ellos. En efecto, su mirada se dirigió primero hacia “Cambio democrático”, pero sobre este pesaba la espada justiciera de un recurso ante la Sala de lo Constitucional. Algunas personas afirman que desde el inicio hubo negociados entre Bukele y Gana.

Para fundar el partido de la izquierda salvadoreña no se puede proceder de la misma forma, sus objetivos de emancipación y transformación social, ni qué decir tiene, debe salir de una intensa y profunda reflexión. Esta reflexión debe abarcar entre otras cosas el análisis de lo que nos ha pasado en estos últimos cuarenta años (incluyo también los años de la guerra, pues lo que se vivió después resulta de ella), un detallado balance de la situación político-social del país y tiene que fijarse los objetivos a corto, mediano y largo plazo. No hay que perder de vista que el objetivo final es la transformación de la sociedad, en la que el bienestar de cada uno se funde en el bienestar de todos. Hay que pensar también en la forma de organizarse, no podemos seguir repitiendo esas formas esclerosadas que siempre han llevado a las dirigentes a pensar que sus cargos son eternos y además que son los dueños de la organización. No se les puede dar mayor poder a los dirigentes que el necesario para animar las acciones y las reflexiones comunes. Esta forma tiene que ser bien pensada pues tiene que responder a objetivos prácticos.

1Societal es un neologismo que ha surgido para diferenciar lo que se refiere globalmente a la sociedad : 'social' y lo que se refiere a la estructura y el funcionamiento de la sociedad : 'societal'.

Por un

06 febrero 2019

Neoliberalismo y esperanza en el rebalse

No vale la pena analizar los resultados electorales, ha salido suficiente material en el que se explica el porqué de la sonada victoria del candidato de GANA, Nayib Bukele. Tampoco es necesario estar a la expectativa de lo que va a suceder al interior del FMLN, si la dirección va por fin reconocer su responsabilidad en la derrota, si van a proceder en consecuencia de esa culpabilidad política renunciando de sus carcomidos cargos y con total sinceridad iniciar el examen minucioso de estos treinta años y pico de actuar dentro del sistema político-electoral. Son muchas las razones que me empujan a dudar en que puedan ser capaces de reconocer su responsabilidad en la derrota y en su capacidad de análisis de la misma.

Tampoco se puede cifrar esperanzas en que la mansa militancia se vaya a rebelar y obligue a la dirección a tomar las decisiones que se imponen. Durante décadas tuvieron una actitud de sumisión y acato a todo lo que la cúpula partidista decidía. Los militantes dejaron de pensar críticamente, si alguna vez lo hicieron, tanto la dirección como los militantes no analizaban la situación concreta del país y cómo transformarla, tanto la dirección suprema, como las intermedias y los militantes de base se conformaron en justificar, en encontrar pretextos al sistemático acomodamiento al sistema y a las decisiones oportunistas que la dirección le imponía a todo el partido.

Todos abandonaron el combate ideológico y político dejándole a la derecha todo el campo abierto para que impusiera a su antojo sus dogmas ideológicos, sus preceptos y su versión de la guerra. Esta guerra dejó de ser para la gran mayoría una gesta nacional para liberarse del yugo oligárquico e imperialista y pasó a ser un simple episodio negro de nuestra sufrida historia. Al no terminarse por una victoria popular, sino en una especie de semi-derrota y semi-victoria y sin mayor reflexión, ni experiencia entrar en el terreno de la política parlamentaria y electoral, adquirir las mañas y al final abandonar su identidad y todo el valor acumulado, para dedicarse exclusivamente en los medios para avanzar hacia el poder y conquistarlo, los resultados no podían ser otros. Se olvidaron de qué poder se trataba, o peor aceptaron la forma y contenido de ese poder para gozarlo. Ser de izquierda se volvió en una simple insignia publicitaria, en el rótulo, era una especie marca registrada que le aseguraba a la cúpula la fidelidad de sus clientes tradicionales y la obediencia de los militantes. No supieron, ni se les ocurrió, combinar la lucha parlamentaria y la lucha callejera y en los lugares de trabajo. Algunas veces acompañaron con recelo y a regañadientes algunas luchas que surgieron desde la sociedad, como por ejemplo, la lucha de las “blusas blancas”, por el agua o contra la minería a cielo abierto.

¿Significa esto que debemos esperar a que Bukele y sus aliados inicien la gestión gubernamental y darle como suele decirse el “beneficio de la duda”? Ahora Bukele puede gozar de este beneficio de la duda ante sus traquimañas durante su gestión capitalina y para mientras terminen algunas averiguaciones judiciales. Pero políticamente se puede ya saber en qué rumbo va a encaminar la maquinaria del Estado. Basta conocer su ideología, aunque proclame como el resto de la derecha que no tiene ninguna y que estas no tienen la menor importancia. En los asuntos económicos lo ha dicho y se lo han escrito en su programa infestado de plagios, su principio rector: “favorecer el crecimiento de la producción creando las condiciones para la inversión nacional y extranjera”. Su esperanza es que la empresa privada prospere y desde su abundancia pueda a través del “rebalse” beneficiar a la población. El Estado invertirá lo mínimo, la estructura presupuestaria seguirá inalterada, es decir los mismos gastos corrientes. Entre las condiciones propicias no prevé ninguna reforma fiscal, el inversor (los patrones) tienen que tener la absoluta seguridad en todos los planos. Respecto a la mano de obra hay que prepararla para que corresponda a las necesidades del crecimiento, preparar a nuestra juventud exclusivamente para producir y obedecer, lo que significa prepararla para la flexibilidad laboral. O sea, Bukele y sus consejeros económicos profesan el evangelio neoliberal. Con una fe ciega y fervorosa en la “teoría” del rebalse. En primer lugar no procede a una reforma fiscal porque la supone innecesaria, pues con el crecimiento aumentarán los impuestos tanto los que pague el capital como los empleados. El beneficio de la gente vendrá justamente y de manera obligatoria por el crecimiento de la actividad económica. Sí lo que se propone es crear las condiciones para que aumenten las ganancias, crear una mano de obra dócil y preparada exclusivamente para servirle al capital, dejar intacto el sistema de impuestos y esperar que la abundancia sea tal arriba que rebalse también con abundancia hacia abajo. Esto se viene repitiendo desde los años cincuenta, en muchos países, a veces sin ponerle el nombre, pero como siempre sin realmente entrar en ninguna teoría real, ni mucho menos concretarse en ninguna parte. Esta falsa “teoría” es la que sirve para exonerar a las empresas del pago de muchos impuestos, de transferencia del Estado hacia el capital. El funcionamiento del presupuesto del Estado reposa en el impuesto sobre la renta de los empleado mayoritariamente y en el más injusto de los impuestos, el impuesto al valor agregado.

Las grandes obras que se propone emprender no van a ser inversiones del Estado, sino que estas infraestructuras serán confiadas al capital privado y también su posterior gestión, o sea que la privatización ya está prevista, viene en el huevo. La Ley promulgada por Funes y la integridad de los parlamentarios, la del “Asocio público-privado” en el que los riesgos recaen en el Estado sin mayor beneficio y las ganancias van por entero al capital. Es esta ley, que le fue impuesta a Funes por el FMI y la Banca Mundial, es la que servirá, incluyendo las últimas reformas liberales, las holgadas condiciones que exige el gran capital. En definitiva se trata de lo mismo y tal vez agravado por la aumentada docilidad de los trabajadores. Para ver los frutos para la gente no hace falta esperar cien días, ni los cinco años, con esta política no van a caer.

Ultima hora: La dirección del FMLN adelanta la fecha de las elecciones internas y anuncia que los miembros vitalicios no se presentarán.