Mi anónimo
corresponsal que cortó la discusión, ha decidido seguir la plática y hoy me ha enviado tres
comentarios, que voy a publicar aquí y también responder uno por uno. Bueno,
voy empezar por el primero, ya veré si tengo tiempo para el resto. Lo
que copio en itálicas corresponde al escrito de mi corresponsal, en negrita es
mi respuesta.
”La
pura ignorancia y las ganas del triunfo dialectico fácil nos hacen hablar del
revisionismo universitario. Cuál tu tía, cuál revisionismo. Seamos serios,
mano. Quien esto escribe no es un receptor pasivo ni repetitivo de las ideas de
otros (sean idealistas o materialistas) y ni White, ni Anderson, ni Cassirier,
ni Ricoeur pertenecen al ámbito del revisionismo universitario por la simple y
sencilla razón de que no son marxistas. La pregunta del millón, estimado
“sabio”, es si su posición teórica los vuelve anti-marxistas (sea que nieguen
la lucha de clases o el predominio de la base sobre la superestructura). Para
saber esto hay que leerlos, estudiarlos y debatirlos, pero, por lo que veo,
algunos prefieren poner etiquetitas facilonas y demagógicas para ahorrarse el
esfuerzo de pensar y debatir””.
Al
referirme al revisionismo universitario, lo hice aludiendo al término de Lenin
el “marxismo profesoral”. Me referí claramente al hecho de que algunos “envilecen
el marxismo”, como se expresaba Lenin, bajo el pretexto de mejorar
el pensamiento de Marx, lo mezclan con el idealismo.
No
me he puesto a discutir ni con White, ni Anderson, ni Cassirier, ni Ricoeur,
sino que con vos. Que sea tu deseo escudarte detrás de esos nombres, no es
asunto mío. Que estos autores no sean marxistas o lo sean, en nuestra discusión
es irrelevante, pues no se trata de ellos. Que no podás pensar con tu propia
cabeza queda manifiesto al recurrir a ellos sin aportar tu propia posición.
El
asunto, lo que yo abordaba, lo que introduje en la discusión fue una posición
política de Dagoberto Gutiérrez. Pues donde ha repetido su afirmación que el
“estado es una ficción” fue en foros políticos. Si esto según tu parecer
encierra un problema filosófico sobre “la
naturaleza y el origen de dicha objetividad”, creo que sobre esto te respondí ya
ampliamente y sobre lo que te he dicho allí no decís nada, no rebatís nada, en
ningún momento, apenas tu alusión que me mantengo en materialismo del siglo
XVIII. (Ver mis respuestas a los comentarios en el artículo
precedente).
Fijate
que al decir “La pura ignorancia y las ganas del triunfo dialectico fácil nos
hacen hablar del revisionismo universitario”, usás el término “dialectico” en
una acepción vieja, diría ya bastante rancia, pues ya Kant, Hegel y Marx le
dieron otro significado y es el que se ha impuesto dentro de los marxistas. La
acepción que retenés se ha quedado no en el siglo XVIII, sino que se ha ido a
vagar por la Antigua Grecia, es cierto que muchos persisten en ignorar el nuevo
sentido dado por Hegel y Marx. Pero no te digo esto para reprocharte
alguna ignorancia, ni te acuso de simples ganas de vencer en nuestra discusión.
Por mi parte también conozco ese uso y la crítica que hace Hegel en la
“Introducción” a su “Lógica”. Tampoco te voy a reprochar que ignorés este
punto.
“”Recuerde lo que le digo, usted confunde los planos de la discusión y por eso hace mala filosofía ahí donde tendría que hacer teoría social y hace mala teoría social ahí donde tendría que hacer filosofía. Como confunde los planos del debate e ignora el sentido preciso que tienen los términos “ficción” y “realidad” en una teoría como la de Castoriadis, por ejemplo, usted entra como un caballo en medio de un banquete””.
Tu
cólera y tus resentimientos no me sorprenden. Te repito que no discuto con
otras personas, sino que con vos. Creo que no te has dado cuenta, por mis
definiciones de ficción y de realidad, que pertenezco a una tendencia
filosófica determinada profundamente materialista. Y que si aceptara otras
definiciones que puedan dar otros autores, abandonaría mis convicciones. Por el
momento, por falta de capacidad, por falta de no sé qué motivos, en ningún
momento me has dado tu propia definición de ficción, ni de realidad. Ni
siquiera pidiéndosela prestada a Castoriadis.
““Como usted desconoce el contenido preciso que adquieren los términos en el debate teórico más reciente, los toma del sentido común, es decir, de los rescoldos que ha dejado en la cultura moderna el materialismo del siglo XVIII. Usted está en su derecho de asumir el horizonte del sentido común, siempre que lo haga de forma crítica y siempre que conozca la trama filosófica de un debate que se plantea en torno al estatus ontológico de lo simbólico y su poder en la configuración de las instituciones””.
Aquí pienso que la
cuestión no se trata “del contenido preciso que adquieren los términos en el
debate teórico más reciente”, el asunto es si los acepto o no. El meollo
filosófico reside en que la realidad no es algo que se demuestra, sino que se
constata. Realidad es lo que está afuera de nuestra conciencia. Esta
formulación no viene del siglo XVIII, sino que por primera vez se plasmó en el
siglo XIX por los fundadores del materialismo dialéctico.
El problema de la
existencia (lo que llamás “estatuto ontológico”) de lo simbólico no tiene nada
que ver con la definición de “ficción”. Lo simbólico son convenciones sociales
que aceptan tal o cual fenómeno como representando otra cosa, que adquiere un
valor social. Estos símbolos pueden adquirir formas materiales o reposar en
discursos. Su existencia es indiscutible, como la existencia de las ficciones,
pero el problema planteado es si el estado es apenas una red de convenciones
aceptadas por una comunidad o si este es el conjunto de instituciones que impone
sus normas, sus valores, su fuerza a la sociedad y que todo esto se hace o no
en beneficio de la clase dominante en la sociedad. Para constatar esto no
necesito ir a leer o releer el idealismo “más reciente”.
Como no compartimos
los mismos fundamentos filosóficos, no te puedo acusar de ignorancia, tampoco
te voy a exigir que adoptes mis términos y que en tu razonar uses mis
conceptos. Es esto lo que me exigís, me llamás ignorante porque no comparto tus
ideas, porque no acepto que las ideas sobre el estado sean de mayor
consistencia que el estado mismo. El estado no es el conjunto de ideas que los
hombres tienen de él, sino que esa realidad que existe afuera de sus
conciencias.
”Quien entra como un caballo en medio del banquete entra gritando ¡El Estado existe¡ como si alguien estuviera cuestionando dicha existencia. La frase provocativa de Gutiérrez no niega la existencia del Estado, lo que abre es una discusión sobre la naturaleza objetiva de dicha existencia ¿En qué se diferencian las personas de las cosas? ¿En qué se diferencian el ministerio de cultura y el volcán de Izalco, si ambos pertenecen a la realidad?”
Fijate
que hasta aquí, hasta este último parágrafo no me has aportado ni un solo
argumento, Afirmás mucho, insultás bastante, pero todo al modo asertorio, sería
pues conveniente que lo hicieras al modo apodíctico. Adopto estas palabrejas
para que me entiendas.
Con
esto llego a otro punto, no es inventando jergas que uno se vuelve filósofo, no
es dándole nuevas definiciones a las palabras que uno crea un sistema
filosófico.
Aunque
lo que quiero que quede meridianamente claro es que Dagoberto Gutiérrez al
decir, sin mayor explicación, sin explicitar el contenido de lo que quiere
decir, permite cualquier interpretación, como las que has venido haciendo en
toda esta polémica. Creo sinceramente que el creador de un nuevo partido que
tanto ha criticado al partido en el gobierno, debe de adoptar posiciones claras
y contundentes. Su estilo es usar paradojas, lanzar frases cuyo sentido no
reside en las palabras que la componen, sino que en lo que cada uno pueda
suponer. Eso se asemeja al que lanza una red de pescador muy menuda para que
caiga el pez gordo, como el pez flaco.
Sobre
la naturaleza objetiva de la existencia del estado creo que me he explicado
ampliamente, tanto en el artículo anterior, como en las respuestas que le ha
dado a tus “comentarios” a ese artículo.
Me
sorprende que repitás tanto que el tema es ese y no lo que yo abordo, aunque
sea yo quien haya abierto el debate. Es cierto que me decís que ignoro los
términos de tus filósofos y en los que Gutiérrez ha introducido el tema.
Perfecto. Pero sigo sorprendido. Pues lo repetís en cada una de tus
intervenciones y has sido incapaz de dar por lo menos un “chingastito” sobre
“el origen y la naturaleza” del estado-ficción de Gutiérrez, tampoco no decís
nadita de su “estatuto ontológico”.
Por
último, si querés que publique alguna respuesta, espero que asumás tus
opiniones, firmando con un nombre y un apellido identificables. Así volvemos
más sana esta polémica.
Lo que sigue es la última
respuesta que le dí a mi interlocutor en los comentarios:
Al final
llegaste adonde tenías que llegar, te acercaste a los postulados idealistas de
las palabras de Dagoberto Gutiérrez. Lo que me proponés es que acepte la
filosofía idealista que vuelve real la idea, como si las ideas fueran primeras
a la realidad misma. Pensás con todos esos ideólogos y me confirmás que este es
el fundamento filosófico de Gutiérrez. No es que desconozca esas posiciones,
sino que no estoy de acuerdo, también por razones filosóficas.
El problema de esa concepción filosófica es que quiere volver más real la Idea que se tiene del estado, suplantando la realidad del Estado por esa idea, deseando darle a esa idea la consistencia de real. No se trata pues que lo que he enumerado sean simples lugares comunes, más allá que muchos puedan aceptarlos, se trata de características que tienen realidad más allá de mi conciencia, más allá de la idea que me pueda hacer del estado.
Porque en
definitiva, lo que resulta es que el instrumento de dominación de la burguesía,
no es simple envoltorio ideológico, sino que instituciones reales de toda
índole, incluyendo las que crean la ideología dominante.
Esa ideología
que reina en las universidades por tener el monopolio, por ser dominante no
implica que repose en algo sólido. Me decís de nuevo esto: “el tema que se
discute es cuál es la naturaleza de dicha objetividad” y vos con Gutiérrez
respondés es ficción. Es decir que toda la realidad del estado la reducen a esto,
te cito: “Cuando dice que es una ficción alude a su naturaleza de “creación
simbólica” de carácter colectivo”. Es decir que vos pensás que esta “creación
simbólica” tiene mayor importancia, tiene mayor “existencia” que lo que has
catalogado como “lugares comunes”, pero que si se refieren a lo que está afuera
de nuestra conciencia, que son independientes de nuestro pensamiento. Al
contrario, a lo que se tiene en las conciencias vos le querés dar una
consistencia de realidad que no tiene. Esa “creación simbólica” no tiene otra
realidad que ideológica, es decir se trata de una “idea” sobre la realidad, o
sea que no se trata que el “estado es una ficción”, la ficción, lo irreal son
las ideas que nos presentan y nos inculcan los ideólogos sobre el Estado.
Esa concepción
se enfrenta a dificultades inexpugnables. Afirmar la existencia de lo que no
tiene realidad sensible, es privar filosóficamente hablando a la afirmación de
existencia de toda prueba convincente. Cualesquiera que sean efectivamente los
límites e incertitudes del conocimiento sensible tomado en sí mismo, presenta
el carácter capital de ser una experiencia concreta de una relación con la
realidad exterior a mi conciencia y que existe independientemente de ella. Esta
experiencia es en su principio repetible por mí mismo, como por otras personas
cuántas veces se quiera. Es ella la que contiene una objetividad constriñente
para todos los espíritus.
Al contrario,
la pretendida existencia objetiva de “realidades inmateriales” (tu “creación
simbólica”) puede ser sostenida únicamente por razonamientos de carácter
abstracto. Ya en “La crítica de la razón pura”, Kant ha establecido que no se
puede demostrar la existencia de lo que sea por un razonamiento, pues la
existencia no es una simple propiedad lógica, un simple atributo —o el
predicado, como dicen los filósofos— de un concepto. La existencia no se
demuestra, se constata.
Vos, Gutiérrez
y los ideólogos que me has citado, cuya lista es, por supuesto, más amplia y
que reinan en las universidades, pueden perfectamente afirmar que “vemos” las
esencias por una “intuición intelectual”, el pensamiento no es un sentido y no
puede establecer la existencia de los “objetos” de manera necesaria: si esto
fuera posible, hace mucho tiempo que los hombres se habrían puesto de acuerdo
sobre una misma filosofía. La pretendida existencia de esas realidades
inmateriales (“la creación simbólica del Estado” en este caso) será siempre el
objeto no de un saber, sino que de una creencia.
Es cierto que
una creencia (esa “creación simbólica”) puede adquirir históricamente la
consistencia de una fe religiosa, de una ideología dominante, y ser vivida y
aceptada por muchos hombres, esto es un hecho de suma importancia, pero la
diferencia esencial del conocimiento sensible, esta creencia, esta ideología
dominante, no se convierte en absoluto en una experiencia compartida por todos
los hombres, reproducible cuantas veces se quiera, universalmente necesaria.
Voy a lo
esencial del problema que nos toca. Cuando Dagoberto Gutiérrez afirma que “el
estado es una ficción”, se expresa inapropiadamente pues la ficción no es el
estado, sino que las ideas que los ideólogos burgueses nos presentan como el
estado. Pero al expresarse de esa manera, Gutiérrez lo hace como en otras
ocasiones, buscando crear un efecto retórico, habla paradójicamente y crea más
confusión que otra cosa. Sobre todo que a lo que vos has querido minimizar,
llamándolo “lugares comunes” no lo toca, como si lo que hubiera que combatir fuese
esa ficción y no la realidad palpable del estado oligárquico. Por mi parte, la
batalla es realmente doble, contra la ideología, pero sobre todo contra la
realidad. Y para ser claro, no me voy por las ramas, sino que trato dentro de
mis posibilidades de manifestar el carácter clasista del estado salvadoreño.