El
país ha llegado al fondo del barranco, claro que siempre se puede
llegar más abajo. Lo peor siempre se presenta como la página
siguiente de nuestra historia. Sin embargo, lo que nos permitía
imaginar, dadas las circunstancias heredadas después de la guerra y
los Acuerdos de Paz, una dictadura como la que tenemos ahora se nos
ocurría como improbable. Por supuesto que si nos ponemos a analizar,
podemos descifrar todos los pasos que nos condujeron a este callejón
sin salida. No se ve luz al otro lado del túnel, todos los
horizontes nos parecen tapados por nubarrones negros.
Las
antiguas fuerzas sociales han periclitado por completo, sin
pronosticar su total desaparición, pues la inercia de algunos
organismos es alimentada por sus antiguas lealtades militantes. No
han decaído por completo, pero ya no influyen en el ámbito
político, tal vez solo en el ensañamiento retórico del dictador
que continúa vanagloriándose de su triunfo sobre el partido que lo
puso en órbita y del viejo rival de derecha.
No
obstante existe un acuerdo en la necesidad de deshacer el régimen
actual y volver a la lenta construcción de la democracia que se
había emprendido en el país. Nadie ignora que para ello es urgente
emprender luchas tenaces y continuas. De inmediato surge la pregunta
¿cómo llegar a estas luchas? Y muchos piensan que todas estas
luchas deben tener como mira las próximas elecciones. Creo que en
realidad hemos vuelto, con las diferencias obligadas por los cambios
de época, a las mismas circunstancias que motivaron el surgimiento
de las FPL, que planteó como estéril políticamente la
participación en elecciones que ya estaban perdidas de antemano.
Ahora nos encontramos frente a una aplanadora propagandística que
despilfarra millones de dólares en promover la imagen del dictador
tanto en el interior como en el exterior del país.
No
se crea que estoy proponiendo tomar las armas de nuevo y volver a la
guerra de liberación nacional. De alguna manera los Acuerdos de Paz
significaron la derrota de las fuerzas populares. Lo que siguió fue
el dominio completo de la derecha, pero con ciertas concesiones
importantes desde el punto de vista histórico, la izquierda pudo
organizarse y participar en la política más o menos libremente, las
instituciones estatales comenzaron a funcionar y aparecieron
instancias de recurso y garantías constitucionales, se logró
introducir y crear organismos de transparencia en el manejo de los
recursos del Estado. Sabemos que todo esto ha desaparecido y lo
podemos considerar como el cabo del proceso iniciado en los años
setenta. Aclaremos que el inicio de la derrota tuvo lugar cuando se
abandonó la estrategia, pensada por Cayetano Carpio, de la guerra
popular prolongada. Al respecto he escrito varias veces en este
blog.
Pues
bien, esta estrategia no era solamente militar, sino que también
política. Es necesario entender esto para pensar qué es lo que
debemos emprender y cómo hacerlo. En muchas ocasiones anteriores he
abordado el tema del partido político de nuevo tipo. He
criticado la falsa democracia del modo de funcionar de los partidos
que usan el famoso centralismo democrático. Este principio
organizativo tuvo vigencia en el partido bolchevique durante largos
años de la preparación y consecución de la Revolución de Octubre.
Funcionó bajo la influencia vigilante de Vladímir Ilich Lenin, luego
sufrió la degeneración propiciada por Iósef Stalin, en la que el
centralismo dejó de ser democrático y se transformó en simple
centralismo y que condujo al culto de la personalidad
del líder del partido. El secretario general era un hombre orquesta,
filósofo, estratega militar, economista, etc. y su opinión era
preponderante en cualquier litigio o discusión. La base, la famosa
base, era ejecutora, obediente, sumisa y pasiva. De hecho este
funcionamiento está en el origen del declive total del movimiento
comunista internacional.
Se
puede afirmar que fue esto lo que ha motivado la reflexión sobre el
partido político de nuevo
tipo.
Esta reflexión se lleva en muchos países, con altos y bajos y en
algunos lugares hay pensadores que han teorizado al respecto. No voy
a entrar por el momento en el detalle de estas reflexiones, no
obstante lo que ya he dicho en otros artículos puede servir de
inicio de la presentación del tema. Lo principal es que la función
de dirigencia ya no está centralizada, no hay una dirección que
piensa y decide la acción, ni el rumbo de las acciones. Es el
conjunto de militantes que ahora piensa y decide realmente de lo que
es menester hacer en cada momento. Muchos han reaccionado ante este
planteamiento como si fuera una simple utopía y han objetado que
siempre es preciso una dirección, una cabeza.
Hay
que decir que desde fines del siglo pasado e inicio de este,
aparecieron movimientos reivindicativos que tuvieron este tipo de
organización, recuérdese el movimiento de “las noches de pie”
en Francia, los “Indignados” de la Puerta del Sol, en Madrid, los
“Occupy
Wall Street” del parque Zuccotti de Nueva York.
De algunos de estos movimientos surgieron partidos políticos que
luego entraron a participar en la vida política nacional y adoptaron
las antiguas formas de funcionar, produciendo fracasos en los
iniciales intentos sociales, otros fueron reprimidos violentamente
por el poder político. Hay un movimiento que ha tenido repercusión
mundial, que sigue existiendo y que sorprendió a todos, me refiero a
los Chalecos
amarillos
(Gilets jeunes). Este movimiento desconcertó a todos los
observadores, los periodistas les exigían que nombraran un “portavoz
oficial”, un “representante oficial”, etc. Su desconcierto fue
mayúsculo. Pero el principio tácito de los Chalecos
amarillos
fue no tener líderes, ni portavoces, cada círculo, cada grupo podía
hablar en nombre suyo o de todos. Cuando aparecieron en las escenas
de los programas televisivos fue impresionante como los periodistas
insistían en que debían elegir un representante oficial o un
portavoz único. Incluso optaron por una persona que ellos mismos
promovieron como el portavoz de los Chalecos amarillos. Esta persona
se negó e incluso rechazó las invitaciones a aparecer en los plató
televisivos. Este sigue siendo el funcionamiento de los Chalecos
amarillos hasta el día de hoy.
Este movimiento francés no es
revolucionario, está compuesto por ciudadanos que confiesan diversas
corrientes políticas, se trata de un movimiento plural
reivindicativo. Hay comunicación entre los grupos directamente, sin
intermediarios, discuten entre ellos, formulan las reivindicaciones
del momento, participan en distintas acciones, incluso con otros
movimientos. Cada miembro piensa por sí mismo.
Ahora imaginémonos un partido con
ideología revolucionaria, que se proponga la transformación de la
sociedad, en el que cada miembro piense por sí mismo, que pueda
opinar libremente, sin la vigilancia de un dirigente que conoce cuál
es la línea a seguir. Todo el partido, es decir todos sus miembros,
son el intelectual colectivo. Con un funcionamiento tal, cada
individuo progresa y hace progresar al resto. Antes, con el
centralismo democrático se decía “el partido ha decidido” y en
realidad era o bien el grupo dirigente, buró político o el comité
central o a veces el secretario general en persona. El partido (todos
los militantes) tenían que obedecer sin pensar, había que
explicarles cuál era la línea del partido, cual era su política.
Era un funcionamiento alienante.
Vuelvo a ciertas cosas que he
apuntado arriba. Primero que nos encontramos en una situación
semejante a la que dio origen a las FPL, es decir tener como objetivo
entrar a funcionar como partido político dentro del ámbito burgués,
cuando entonces no existía ninguna garantía de respeto de los
derechos políticos y humanos y tener como objetivo plegarse a ese
funcionamiento electorero, era traicionar los intereses de los
trabajadores, fue así como lo planteó Cayetano Carpio, ahora
estamos en una situación semejante, no existe ninguna garantía de
respeto a ningún derecho, incluso el dictador mismo ha dicho que “no
tiene gracia que la policía capture solo a los culpables” y esto
lo repiten diputados y ministros. Incluso, no recuerdo quien fue,
alguien afirmó que los policías eran “jueces que ejercían en la
calle, con capacidad de condenar”. Hemos visto los resultados
electorales muy semejantes a los resultados de los países con
regímenes totalitarios. Los partidos que participaron en las
elecciones fueron cómplices de la violación de la Constitución,
con eso se han descalificado por completo.
O sea que entrar ahora políticamente
a funcionar dentro de este sistema “aplanadora”, es jugar el
papel de simple alfombra de limpiapies. Ya no se trata solamente que
entrar a funcionar dentro de este tipo de sistema político es
aceptar todas sus reglas de dominación de la clase burguesa y sus
derechos impuestos a la sociedad entera, sino que además de eso es
asumir que se acepta como normales todas las derrotas.
Veamos otro punto anotado arriba, la
estrategia de “guerra popular prolongada” no era solamente un
asunto militar, sino que también político. Se trataba que el
“ejército popular” tenía que moverse al interior del pueblo
como un pez en el agua, es decir ser aceptado como parte del pueblo,
naciente de él, para que esto fuera posible era necesario persuadir
a los trabajadores que los objetivos revolucionarios del “ejército
popular” eran sus propios objetivos. Esto no se logra de la noche a
la mañana, sino que hay que emprender una lucha ideológica de
persuasión y que el pueblo se empodere de los principios y formas de
pensar el mundo tales que aspire a transformar la sociedad para que
cese la dominación burguesa en nuestras vidas. Es lo que se encierra
en la palabra “prolongada”, pues esto no se logra fácilmente, se
trata de una inmensa tarea, que urge de una perseverancia y de mucho
tiempo. Tampoco se trata de obtener esta adhesión de la totalidad de
los ciudadanos, pero sí de una gran mayoría.